El hogar de este joven uruguayo fue la comunidad San Felipe Neri, ubicada en uno de los sectores más pobres de esa urbe. En este lugar, las necesidades de la gente se identifican a primera vista; sin embargo, la labor de los salesianos y de voluntarios como Nader, ha brindado esperanza a las familias de tener un futuro mejor, pues tienen la certeza de que sus hijos van a poder estudiar y tener una profesión.
Destaca que uno de los aspectos más significativos de la experiencia del voluntariado, a más de ayudar a quien más lo necesita, es cómo la misión cambia la vida de quien lo realiza. Afirma que “el Nader que vuelve no es el mismo”, ya que es una persona más madura y que aprendió a darle una connotación positiva al sentimiento de extrañar a la familia, a los amigos, pues no significó una barrera sino que lo transformó en su motor e impulso para llevar adelante su labor misionera.
El fútbol, una oportunidad para evangelizar
En el día a día como voluntario se dio cuenta de la pasión que sentían los chicos por el fútbol, pero al mismo tiempo de la competitividad que existía en cada partido y las consecuencias negativas que esto generaba: peleas, enemistades, frustración entre los equipos. “Me sorprendió que no jugaban por jugar sino que había que ganar y me enojo si pierdo; pero esa realidad era la única que conocían ellos”.
Fue entonces que descubrió en este deporte una oportunidad para evangelizar, primero hablando con ellos para que aprendan a disfrutarlo, y segundo para inculcarles el valor de la oración antes y después de cada partido, agradeciendo a Dios por cada día de vida y para que entre todos reine la paz.
Considera que este cambio de mentalidad es uno de sus aportes significativos a los destinarios. “Son esas cosas que no se le pasan a uno por la cabeza, tener que dar catequesis jugando fútbol, pero realmente suceden… Nunca me imaginé que el hecho de evangelizar iba a estar en el segundo a segundo de mi labor como voluntario”.
La importancia de la pedagogía salesiana
El último día de su permanencia en Esmeraldas, la comunidad le preparó una fiesta sorpresa de despedida en donde varios chicos se acercaron a darle un abrazo y pedirle que no regrese a su país. Ese acto sencillo, pero muy simbólico al mismo tiempo, fue la muestra de todo el amor que entregó y que “todo el año se gastó por completo en ellos”.
¿Qué hizo para ganarse su cariño? Aplicar las enseñanzas del Sistema Preventivo de Don Bosco, pues obtuvo la confianza de los beneficiarios sin aplicar castigos, sino compartiendo con cada uno de ellos una “palabrita al oído”.
“Hay chicos que te piden a gritos que les brindes cariño, pero su forma de decírtelo es portándose mal. Hay muchachos que necesitan que reces por ellos y otros con los cuales es imprescindible que te acerques y converses con ellos; el joven que se actúa mal no necesita que lo grites… necesita de ti un abrazo”, recuerda Nader a quien al inicio lo llamaban “gringo”, pues en medio de una comunidad afroecuatoriana, era uno de los pocos que tenía piel blanca, cabello largo y barba.
Su futuro en Uruguay
Al preguntarle sobre su futuro inmediato, Nader hace una pausa y primero cuenta lo difícil que le resultó alejarse de la ciudad, de la obra y de la gente que le brindó cariño desde el primer momento. “Me llevo un poquito de Esmeraldas en mi corazón y también un poco de mí quedó allí; es una tierra que vine con el propósito de amarla y me voy satisfecho por haberla amado tanto y por mi trabajo apasionado por todos ellos”.
En febrero del próximo año retomará sus actividades como docente en el Colegio Domingo Savio. Sus planes son seguir preparándose y trasladar todos los conocimientos adquiridos en Ecuador tanto a su vida cotidiana, como profesional. Afirma que extrañar y estar lejos de la comunidad de Esmeraldas será su impulso para darle valor misionero a cada una de las actividades. “La misión del día a día creo que es lo más complicada”.
Un mensaje para los jóvenes…
Para los muchachos que se sienten atraídos por esta opción de vida, su mensaje es que vayan al lugar de misión con el compromiso fundamental de amar a los destinatarios y a cada una de las actividades que vayan a realizar.
“Teniendo el ejemplo más grande de Jesús, quien dio la vida por nosotros, no nos puede costar amar un poquito, realmente hay que entregarse a Jesús y decir: yo quiere irme a dónde me necesiten y el lugar donde me toque lo tengo que amar, desde el primer hasta el último momento”.
