El Padre Mondin sonríe mientras recuerda el desafío lanzado hace tres años por ese pequeño ángel con la cara sucia. “Llamé a su madre, para entender cómo comportarme con él. Ella me dijo: tenga paciencia, ya tengo dos en la cárcel”. Un contexto difícil, a menudo hostil. “El 60% de los que acaban en prisión juvenil provienen de estas calles – explica aún el Padre Stefano – y muchos niños aquí piensan que los policías y carabineros son “los malos”. Entonces organizamos la Semana de la Legalidad, para que comprendan que no es así. Agentes y militares vinieron al oratorio y se presentaron, trajeron perros y equipos: al final, la curiosidad superó los prejuicios. Luego hubo un partido de fútbol entre abogados y magistrados. Una manera de reducir distancias y comprender que dentro de las instituciones no hay enemigos, sino personas en quienes se puede confiar”.
El Padre Mondin, quien ingresó al seminario después de graduarse en Derecho, muestra con orgullo el “banco de la legalidad”, pintado con la bandera tricolor y autografiado por los jueces. A pocos metros hay un tótem con indicaciones hacia los rincones más tormentosos del mundo: México, Ucrania, Haití, Palestina.
En Barriera di Milano, uno de cada dos residentes es extranjero y la proporción es evidente al ver los cuatrocientos inscritos en el oratorio de verano, donde destacan africanos y sudamericanos. “Pero también tenemos muchos chinos, que hablan italiano tan bien que traducen para sus padres – continúa el salesiano – Entenderse no es fácil, además del idioma hay culturas y tradiciones muy diversas. Pero hacemos un pacto: aquí tienen estructuras, voluntarios y educadores a disposición, pero hay que respetar las reglas. No falta la caridad, pero es fundamental entender que no todo es debido. Y sobre todo que queremos dar herramientas para empezar, o para volver a empezar”.
Un enfoque pragmático totalmente salesiano, que da frutos incluso en un terreno aparentemente duro como este, aún más árido por la plaga del abuso digital. “Los chicos son esclavos de las redes sociales y los smartphones, ya ni siquiera se juntan para hacer tareas: prefieren conectarse en videochat […] Y los más pequeños se dejan influenciar por los videojuegos”. El antídoto al virtual es el contacto, la relación. El apoyo escolar, pero sobre todo el deporte. Fútbol, voleibol, pero también excursiones en el Valle de Aosta. “Apenas llegan a la cima, piden hacer un video para enviárselo a la mamá, porque dicen que ella nunca ha visto un panorama tan hermoso”.
En una periferia que parece haber perdido su identidad (el filósofo Michel Foucault hablaba de “heterotopía” para describir estos “no lugares” urbanos, tan cercanos, pero tan lejos del centro de la ciudad) la Casa salesiana es un baluarte de humanidad. No una fortaleza cerrada, sino un oasis de generosidad con las puertas abiertas. “Nada de esto sería posible sin los esfuerzos de nuestros voluntarios: jóvenes, adultos, ancianos. Son alrededor de trescientos y son fundamentales”. Mucha buena voluntad, que por sí sola no es suficiente. “Hoy se necesitan respuestas adecuadas – prosigue el Padre Mondin – Iglesia en salida significa estar a la altura de lo que el mundo te pide. Por eso contamos con educadores profesionales que guían las actividades y acompañan a los nuevos. Hay que hacer entender que el oratorio ya no es solo el lugar donde se hacen jueguitos”. Todo lo contrario: la Casa también alberga un complejo escolar de vanguardia, con laboratorios hipertecnológicos abiertos también a las escuelas del territorio.
El compromiso de los salesianos – que incluye también cursos de inserción laboral en colaboración con las empresas – está sostenido por una red de donantes: la Fundación Carlo Acutis ha donado un laboratorio digital, los Amigos de Matteo ofrecen consultas de neuropsiquiatría infantil a quienes no pueden permitirse visitas privadas y que arriesgarían esperar dos o tres años por un diagnóstico de déficit de atención. Pero la lista de benefactores es larga. Savia vital para quienes deben llevar adelante su obra educativa y social en un pedazo de ciudad ya de alto riesgo.
Estas son las dos caras del barrio Barriera di Milano. Quienes vinieron de lejos y han perdido el rumbo, y quienes llegaron y pronto se orientaron.
Marco Birolini
Fuente: Avvenire
