¿Te sorprendió el lugar donde hiciste el voluntariado?
Creo que la experiencia es Esmeraldas va más allá de sorprenderse, uno va con una expectativa y termina sobrepasando la misma. Uno se va sorprendiendo a cada momento del voluntariado, desde los primeros encuentros, hasta que te van aceptando y haciendo parte de su día a día y te acogen como uno más de su familia.
Todo el trabajo termina siendo maravilloso y lo más difícil es cerrar ciclos, porque uno termina comprometido con un grupo. Yo tuve la oportunidad de reabrir un grupo de percusión y mi objetivo fue que aprendan y vayan perfeccionando sus habilidades.
¿Qué le hizo única a esta experiencia en Esmeraldas?
Dios te invita a abrirte y a dejarte amar; a veces uno viene con una actitud cerrada y nuestro Señor te invita a amar y vivir lo que él sintió; ser testimonio e implementar en la vida de uno, los valores que Él vivió; salir al encuentro del más pobre, y hacer viva la experiencia de Jesús, pero desde la vida personal de uno.
¿Cambió tu vida luego de esta experiencia?
A nivel académico me invita a estudiar de nuevo, comenzar a formarme en psicología y estudiar educación física. Me he planteado nuevos proyectos, y no me veo desvinculado del trabajo con chicos de la calle, pero eso solo Dios lo sabe.
¿Los momentos más felices que viviste?
Me sentía pleno cuando jugaba con los chicos al fútbol, ese era un motivo de encuentro y de apostolado en una actividad que a ellos les gustaba. Otro momento fueron las vivencias con el grupo “Infancia Misionera”. Ellos te invitan a vivir la fe de una forma diferente.
¿Qué aprendiste de los salesianos?
Valoré mucho el trabajo que hacen. El P. Pedro vidal es un ejemplo de santo entre nosotros, siempre se da tiempo para estar con los chicos. Y está Guadenzio Sosio con sus 80 años, tiene la vitalidad e de un joven, y pasa trabajando en su laboratorio para que los chicos tengan un oficio y dejen a un lado los vicios.