Creo que ha sido un acontecimiento histórico, cuyas consecuencias sólo con el paso del tiempo se irán poniendo en evidencia. El viaje en sí mismo es ya todo un mensaje, por lo que supone que un Papa visite un país «periférico» en diversos conceptos y por el programa que se desarrolló, con dos visitas «sociales», dos en relación al diálogo interreligioso y dos específicas para la comunidad cristiana, además de los momentos protocolarios.
¿Cuáles han sido los momentos que ha compartido con el Santo Padre?
En mi calidad de arzobispo de Rabat, fui el anfitrión eclesial del Papa; por eso lo acompañé prácticamente en todos los momentos del viaje. El momento personal más delicioso fue el viajar con él (en el mismo coche y nosotros dos solos, con el chófer y un personal de seguridad) prácticamente una hora, y poder tener durante todo ese tiempo una conversación mano a mano con él, muy familiar y cercana, con tiempo incluso para los chistes.
Le pude hablar amplia y tranquilamente de nuestra Iglesia en Marruecos y él también me habló de algunas de las dificultades por las que pasa la Iglesia. Le conté que viví 21 años en Paraguay y Bolivia, países que él ama mucho y conoce bien. Y una vez más, como siempre que me ha visto, me preguntó si el «gallego» Ángel Fernández Artime, el Rector Mayor, ya le ha perdonado por haberme nombrado obispo…
El Ecumenismo debe ser un eje prioritario que debe vertebrar a las religiones para una convivencia pacífica y complementaria unas de otras. ¿Cómo mostró esta necesidad el Papa en Marruecos?
Si por ecumenismo se entiende el esfuerzo y las iniciativas que los cristianos tomamos para «ser uno», aquí en Marruecos lo vivimos con mucha intensidad. El Papa saludó personalmente a la presidenta de la Iglesia Evangélica en Marruecos, al reverendo anglicano, al pope de la Iglesia Ortodoxa Rusa y al Metropolita Meletios de la Iglesia greco-ortodoxa (que estaba de visita). Habló, y muy bien, del Instituto Ecuménico de Teología «Al Mowafaqa», instituto que católicos y protestantes llevamos adelante en Rabat al 50% de responsabilidad, personal y financiación.
Pero si pensamos en un ecumenismo más allá del cristianismo, es decir, en el diálogo interreligioso, concretamente islamo-cristiano, esta visita del Papa ha supuesto un antes y un después en este tema. Tanto el Rey Mohamed VI como el Papa nos han lanzado el desafío de ir más allá de la coexistencia y la tolerancia (que ya son algo positivo, pero que se quedan cortas), para llegar al conocimiento mutuo, al respecto recíproco, a la estima y aprecio del otro y a la fraternidad y el amor entre musulmanes y cristianos.
Pasadas ya dos semanas de este viaje, ¿cree que ha supuesto un impulso, un estímulo, a los cristianos del país? ¿Supone la apertura a una convivencia más amistosa, amigable, más cercana?
Para la pequeña comunidad católica (unos 30.000 decimos, por decir algo), esta visita ha sido un «subidón» de autoestima, de entusiasmo, de gozo, de comunión… ¡Nos hemos juntado casi 10.000 en una misa, seguramente por primera vez en toda la historia de Marruecos! Y hemos vivido una experiencia fantástica, gozosa… Todo el mundo salía de la misa con una sensación de gozo y paz en el corazón inenarrable.
Y hemos sido capaces de afrontar el desafío de una organización compleja y difícil, saliendo adelante airosamente.
¿Has podido saber, desde tu visión como Arzobispo de Rabat, cómo han vivido los ambientes salesianos de Marruecos esta visita?
La pregunta tiene que ser en singular, porque la presencia salesiana en Marruecos se concentra en una sola ciudad: Kenitra. Por supuesto que los salesianos, los miembros de la comunidad cristiana de la parroquia Cristo Rey, los alumnos, profesores y padres de la Escuela-Colegio Don Bosco, de la Escuela JUK-SPEL de formación profesional y de la Institución Sagrada Familia (todo ello conforma un «Conjunto Educativo» con más de 1300 alumnos) han participado de los diversos momentos accesibles a todos y los han disfrutado al máximo.
¿Alguna cosa más en referencia a este viaje?
Sí, destacar también el documento firmado conjuntamente entre el Papa y Su Majestad Mohamed VI (en su calidad de presidente del Comité Al Qods); en él hace un llamado a preservar Jerusalén (Al Qods) como ciudad abierta a las tres religiones abrahámicas y a respetar su dimensión religiosa.