Por: Cristian Calderón
Aunque llegó desde República Checa, su país natal, sin tener la habilidad para hacer dinámicas o poseer el don de tocar la guitarra, se entregó por completo poniendo en práctica las cualidades que siempre llamaron su atención de Don Bosco: la alegría, el entusiasmo, el no tener miedo de llevar adelante sus ideas y siempre ir de la mano de Jesús.
Colaboró en el departamento de trabajo Social de la Unidad Educativa Salesiana María Auxiliadora (UESMA), y en la parroquia brindando apoyo escolar a los estudiantes, a las familias y a los grupos juveniles y la catequesis.
“El voluntariado marca tu vida porque se aprende muchas cosas, se descubre las cualidades que tiene uno gracias al servicio que se realiza en favor de los demás. Es por eso que les aliento a decidirse por el voluntariado, y que no teman a salir a otro país” cuenta Marie.
Recibió su designación a la comunidad de Esmeraldas. “No recuerdo muy bien ese momento, pero solo sonreí y escuché que los prenovicios gritaron de la felicidad. Entonces supuse que era un lugar maravilloso y así fue”.
Su padre, Jyry, y su madre, Ludmila, son cooperadores salesianos. Esta vocación le permitió crecer junto a la figura de Don Bosco en su hogar, ubicado en la pequeña localidad de Újezd u Brna. Aunque no nació en un país de tradición católica, la “salesianidad” es una cualidad que corre por sus venas. “La alegría, la oración y la comunión, son las enseñanzas que agradece de los momentos que vivió en familia”, pues allí aprendió lo valioso que es la presencia de Dios en la vida.
“Los católicos tendemos a escondernos y procuramos hablar solo entre nosotros. Creo que es una consecuencia de la persecución que se vivió durante el comunismo”, comenta.
A su regreso trabajará con los salesianos por un año en el área del voluntariado y comunicación, donde espera “ser vida y esperanza” como lo fue en Esmeraldas.