Para quienes conocen este espacio a más de 4 mil metros sobre el nivel del mar, la casa es un símbolo de esperanza y transformación que ha venido ofreciendo oportunidades de capacitación, trabajo y crecimiento personal. Ha sido el lugar donde han nacido iniciativas como: la fábrica de confites, la planta de aceites esenciales y el taller de alimentos procesados. En estos proyectos no solo generan empleo, sino que también fortalecen el sentido de identidad y orgullo local mejorando la calidad de vida en Salinas.
Es así que, luego de 50 años de presencia, la casa se ha transformado para mejorar su infraestructura y ampliar su acogida, gracias a los amigos en Don Bosco en Ecuador, y su generosidad a través de la Campaña Misionera 2024. Las mejoras han permitido pasar de paredes de gypsum a paredes de cemento, mejorar el techo y el piso, incluir 4 habitaciones con baño privado, adecuar el comedor y los espacios comunitarios.
El proyecto de remodelación, que culminará en el mes de abril y tiene una inversión de $25.000, contempla mejorar la planta baja para el funcionamiento del oratorio donde participan 300 personas, una tienda de artesanías que beneficiará a 200 mujeres artesanas de Simiatug, una cafetería y un área de coworking para el desarrollo de ideas juveniles.
Las primeras adecuaciones de la casa fueron estrenadas el pasado mes de enero. Gracias al cariño de los habitantes, y la animación del P. Antonio Polo (párroco en Salinas) y del P. Jaime Chela, todos han puesto su granito de arena para complementar este espacio. Un detalle particular de estos trabajos fue la conservación de la mesa de la cocina, considerada como la esencia de la casa por los propios salesianos. Allí se ha compartido una palabra de aliento, un plato de comida y, también, las alegrías por los sueños cumplidos.
Un detalle importante es que la mesa, construida con partes del altar de una antigua iglesia de la zona, fue elaborada por los primeros voluntarios italianos de la Operación Matto Grosso que llegaron junto al padre Antonio.
Esta casa misionera, que siempre tiene la puerta abierta, es mucho más que una infraestructura; es el corazón de una comunidad en constante evolución, donde la colaboración entre salesianos, voluntarios, donantes y las comunidades locales ha construido un modelo ejemplar de desarrollo comunitario y solidaridad que enriquece el tejido social, eclesial y productivo de la zona.
Fernanda Vasco
Oficina Salesiana de Comunicación