Por: Romina Gobbo
El P. Maschio divide su tiempo para hacer las cosas fundamentales: presencia constante junto a los jóvenes y algunas reglas claras. Es secretario, recepcionista, director de la comunidad, ecónomo, encargado del Oratorio... “Pero antes de ser sacerdote, soy salesiano”, señala.
Hace cuatro años he visto que el Oratorio era un lugar donde los jóvenes perdiesen el tiempo. “Pedí ayuda a la policía para verificar si circulaban drogas dentro de los ambientes. Mejor era prevenir que lamentar. Luego colgué un letrero con reglas claras. En primer lugar todo debemos respeto y debemos saludarnos. Los que no desean cumplir esta norma simple chocan conmigo. Don Bosco amaba a los jóvenes, pero era estricto. Por otro lado, si quiero un entorno educativo, me tengo que tomar la molestia de conseguirlo. Poco a poco el clima ha cambiado. El ‘boca a boca’ hizo el resto. Ahora todos los días hay muchos niños, niñas y muchos jóvenes”.
Para el P. Maschio, seguir los pasos de Don Bosco era algo natural: “El oratorio debe responder a una necesidad de educación, debe tener una propuesta clara y cristiana. Los que nos eligen deben percibir en nuestras actividades un espíritu educativo y acogedor. Esto significa una presencia constante: tienes que estar allí todas las tardes. Nuestro Oratorio siempre está abierto, incluso en Navidad y Pascua. Yo estoy en medio de ellos incluso cuando hay tres niños que han llegado. Significa pasar todo el verano entre campamentos y grupos de verano. No recuerdo haberme tomado vacaciones personales”
A la luz de los tiempos, reconozco que los instrumentos en el Oratorio deben renovarse constantemente. “Si ofrezco campamentos de verano, primero debo formar a mis animadores. Si ofrezco aprendizaje de fútbol, debo buscar un buen entrenador. Y yo estoy con ellos. Quizá de esta manera los discursos sobre la fe que debo hacer serán escuchados y aceptados".
Pero el P. Male sabe que no puede hacer el trabajo de manera personal. “Los laicos entran dentro de la dinámica, pero no se les debe dejar solos, necesitan acompañamiento”.
“Yo invito a los adultos y les pregunto: ¿Registras a su hijo en el Oratorio y tú no te involucra? De esta manera nació el grupo de los adulto y actualmente son unas cuarenta personas que colaboran en las actividades, pero sobre todo se reúnen para escuchar la Palabra de Dios y reflexionar”.