Con el afán de ayudar a la gente, se unió al Proyecto Salesiano para ayudar a los jóvenes con sus tareas. Aquí conoció a tres chicas, con quienes entabló una amistad y le hicieron reconectarse con el mundo salesiano. Una de ellas, le invitó para que asistiera los sábados al oratorio del que ella formaba parte, en Bastión, y con el pasar del tiempo terminó siendo parte de los catequistas.
Su vocación por el voluntariado
Diego es un chico a quien le gusta ayudar, compartir y ensañar lo que sabe, pues durante su tiempo en el oratorio, como catequista, nació su interés por el voluntariado. El carisma salesiano, la alegría, el compartir día a día con los chicos fue lo que le incentivó a querer formar parte de esta actividad. Él afirma que “Dios y los chicos con los que compartía, fueron una de sus motivaciones”.
Decidió asistir a un retiro espiritual en Riobamba para discernir sobre si ser un voluntario salesiano era el camino que debía escoger. Esta experiencia le ayudó mucho; escuchó experiencias, consejos y habló con Dios y, a su regreso, Diego tomó la decisión de incorporarse al voluntariado.
Inicio de la experiencia como voluntario
Antes de entrar al voluntariado, es necesario hacer una formación previa con el fin de aprender sobre los salesianos y de las diferentes casas y obras a las que pueden ser destinados. A finales de febrero del 2020, Diego viajó a Cuenca para el encuentro de prevoluntarios, sin imaginarse que la pandemia de la COVID-19 se aproximaba. En marzo le informaron que, por el cierre de actividades y semáforo rojo en todo el país, él debía regresar a casa.
Esta situación le trajo dudas sobre si la decisión que tomó fue correcta, pues había dejado su trabajo y ya no tenía un sustento económico para ayudar a su familia.
Tiempo después, Diego comenta que “vio una luz al final del túnel”, le dieron la noticia de que continuaría haciendo el prevoluntariado de manera virtual; fueron 2 meses que se mantuvo de esta manera; sin embrago, la situación no lo hizo desistir de su decisión y sabía que debía continuar.
Ser voluntario en medio de la pandemia
La comunidad Casa Don Rúa fue el lugar de destino para Diego; pero su voluntariado tuvo que empezar virtualmente desde casa. La situación que atravesaba el país no le permitía viajar. Mientras ayudaba a sus padres en casa, se mantenía en contacto con su comunidad, asistía a las misas, oraba y buscaba la posibilidad de viajar a su obediencia.
En el mes de julio viajó a Quito, para iniciar su voluntariado de forma presencial. Llegando a su comunidad, las cosas no le fueron nada fáciles; seguía la pandemia y él era el único voluntario que se encontraba allí y que, además, era nuevo. Sin nadie más que le ayude a guiarse, él tuvo que aprender todo solo.
Tras haber estado una semana en la casa Don Rúa, la situación que estaba pasando lo llevo a tener nuevamente una crisis, queriendo estar de regreso en su casa, pues no quería vivir de esa manera su voluntariado. Mientras la situación mejoraba, se dedicaba únicamente a limpiar la comunidad y durante un mes, el padre José, miembro de la comunidad, lo llevaba a sus viajes junto con él.
Cuando Quito cambio de semáforo, se empezó a abrir el Centro de Referencia de Iñaquito 3 veces a la semana y Diego empezó a ir allá, con todas las medidas de bioseguridad necesarias. Allí ayudaba a los niños, niñas y jóvenes con las tareas escolares, pues sus padres trabajan en el mercado.
Para Diego las cosas empezaron a cambiar, ya podía salir un poco más, se empezaba sentir parte de la comunidad. También, la llegada de un nuevo voluntario le permitió tener un nuevo amigo con quien hablar.
Los aprendizajes que se lleva para la vida
Durante su apostolado Diego llego a conocer a gran parte de las familias de los chicos a quienes él ayudo. Llego a ver como los chicos vivían, las situaciones que pasaban y a entender el porqué del comportamiento de cada uno; mucha de las veces la mayoría de familias no tenían ni para comer, pues lo que ganan en el mercado no es suficiente para abastecer las necesidades básicas de toda la familia. Sin embargo, él aprendió que a pesar de las circunstancias y de la realidad que uno vive, siempre se puede estar predispuesto para los demás, preocuparte por los demás y transmitir felicidad a quien lo necesite, pues ante las circunstancias, siempre hay que tener una buena actitud en la vida.
Vocación religiosa: el camino que decidió seguir
En un inicio, su meta era terminar el voluntariado y luego estudiar gastronomía. Sin embargo, el ayudar a la gente y compartir con los chicos era algo que lo hacía feliz, pues con eso recordó un consejo, donde le dijeron “si tú estás haciendo algo y eres feliz, vas por el camino correcto”.
Diego no quería que, después de varios años, tuviera que preguntarse: “¿qué hubiera pasado si ingresaba a la formación?”. Por ello, tomó la decisión de iniciar el proceso de formación para ser salesiano y fue al padre Marcelo Tigrero a quien primero le contó.
Aunque en un inicio sus padres no lo apoyaron, ahora estás más feliz y tranquilo porque ellos decidieron alentarlo para cumplir sus metas y seguir por el camino que lo hace feliz. El consejo que su padre le dio fue “si te metes a algo, no lo dejes a medias y termínalo”.
Lizeth Jima
Oficina Salesiana de Comunicación
Fuente: Salesianos.org.ec
