Mauritius es la patria de los descendientes de los colonizadores holandeses, franceses e ingleses y de esclavos de la India, importados del entonces Imperio Británico; de trabajadores y de comerciantes. El archipiélago es mundialmente conocido como meta turística de belleza paradisíaca, entretanto una parte de la población vive en condiciones extremas, en muchos barrios y poblados las estructuras son deplorables y con desocupación y delincuencia.
La mayor parte de los jóvenes se reúne en pequeñas pandillas y hay también problemas de discriminación. “Lamentablemente los jóvenes son juzgados por su origen o por el color de la piel, explica don Rossi”. Además, muchos docentes no tienen la instrucción entre las prioridades.
En las familias pobres los papás obligan a los hijos a abandonar la escuela a los 13 años, aunque la instrucción obligatoria es hasta los 16. “Muchos progenitores no han transmitido a sus hijos la idea de que pueden soñar y realizar sus sueños”, añade el misionero salesiano.
Don Rossi, que anteriormente sirvió durante 28 años en el vecino Madagascar, hoy guía el Instituto Técnico “Saint Gabriel”. Se trata de la única escuela profesional católica, la cual recibe a unos 200 estudiantes y les ofrece cursos de mecánica de automóviles, electromecánica, manutención automática y pastelería, con prácticas en empresas. Quien termina los estudios suele ser inmediatamente contratado.
Actualmente el Instituto Técnico Salesiano tiene unos 200 estudiantes, pero el misionero de acuerdo con el obispo salesiano, el cardenal Maurice Piat, sueña con realizar un gran Centro de Formación Profesional, con muchísimos cursos y que podrá recibir a unos 1.200 alumnos de los 14 a los 16 años, que contrariamente se encontrarían por la calle.
“La falta de desarrollo y la influencia del dinero fácil está se volviendo siempre más atrayente, con consecuencias dañinas”. Por ejemplo, muchos se dejan fascinar por el mercado de la droga, como del “Spice”, una mezcla de hierbas y té ensopada en cannabis sintético. Es fácilmente accesible porque cuesta menos de medio dólar, además la primera vez que se usa ya puede ser mortal. Muchos terminan en la cárcel por esto, allí en donde los salesianos siguen trabajando para llevar el confort de la fe.
La Iglesia ha preparado dos centros para la recuperación de los tóxicodependientes, pero no son insuficientes. Delante a tantos sufrimientos los misioneros no renuncian a su empeño. “La esperanza está - afirma don Rossi - siempre presente. Es el momento de dar la alarma y despertar las conciencias; y más que nunca es necesario consolidar los valores de la familia. Los niños y los jóvenes son nuestra mayor riqueza”.