Nacido el 13 de mayo de 1936 en Cherasco, en la provincia de Cuneo, en el mismo Piamonte de Don Bosco, el padre Stra ingresó en 1952 al prenoviciado de Chieri, donde emitió la primera profesión el 16 de agosto de 1953. Sin embargo, como muchos grandes salesianos de esa época, los votos perpetuos los emitió ya en misión, en su caso en Vietnam, en Tram Hanh, el 24 de julio de 1959, regresando a su tierra natal solo para la ordenación sacerdotal, que tuvo lugar el 25 de marzo de 1963, en Turín.
Su vocación misionera se concretó entre dos países y dos continentes: Vietnam y Haití, el sudeste asiático y el corazón pobre de América. A los jóvenes marginados y en situación de riesgo de estas realidades, el padre Stra dedicó sus ochenta y ocho años de vida. Por ello, la noticia de su muerte fue recibida con profundo pesar también en Vietnam, a pesar de que dejó de trabajar en ese país hace cincuenta años. Fue, sin embargo, uno de quienes sentaron las bases de la misión salesiana y entre sus obras más significativas se encuentra la fundación del Instituto “Don Rua”, en Dalat.
Amado por todos como un buen padre, el padre Stra era conocido por su profundo apego a la juventud y al pueblo vietnamita, tanto que durante sus años en Haití afirmaba: “No quiero recordar Vietnam, quiero olvidar Vietnam”, porque cada vez que lo recordaba, su corazón sufría.
Logró superar este distanciamiento y, tras dejar Vietnam, dedicó su vida misionera a los niños pobres de Haití, donde trabajó con dedicación durante casi cincuenta años. Allí sirvió como director y vicario en diversas comunidades y fue también consejero de la Visitaduría durante un breve período. Su servicio contribuyó de manera significativa a la misión salesiana a favor de los niños pobres. Entre los resultados más tangibles de su trabajo que perduran se encuentra la obra salesiana para los niños y jóvenes en dificultad “Lakay”, un proyecto nacido en 1988 que incluye diversas estructuras en Puerto Príncipe y Cap-Haïtien.
Recordado como un hombre de gran disciplina, resiliencia y fe, el padre Stra enfrentó con valentía las dificultades de la vida misionera, entre enfermedades y accidentes. Sobrevivió al colapso de la obra de ENAM (Escuela Nacional de Artes y Oficios, en francés), ocurrido durante el terrible terremoto del 12 de enero de 2010.
“El padre Attilio Stra era un alma eucarística. Hacía de la eucaristía su verdadero alimento. Era una persona muy ordenada, muy disciplinada, muy responsable; un hombre abierto y de principios – dijo sobre él el padre Bonhomme durante la misa del 11 de enero –. A decir verdad, el padre Stra era un gran combatiente, muy resiliente (…) porque su objetivo era claro: ‘cambiar la vida de muchos niños no amados en el país’ haciéndose eucaristía para ellos”.
Hasta su último aliento encarnó el espíritu de Don Bosco, alimentando a los más pequeños no solo con comida material, sino también con educación, amor, testimonio y esperanza. Por ello, al concluir la eucaristía fúnebre, el padre Morachel citó el pasaje del Evangelio en el que Jesús afirma: “¡Felices los servidores a quienes el señor encuentra velando a su llegada! Les aseguro que él mismo recogerá su túnica, los hará sentar a la mesa y se pondrá a servirlo.” (Lc. 12,37). Y concluyó: “Esta frase corresponde bien a nuestro hermano, quien se preocupaba por hacer un buen trabajo en todo, especialmente por los más desfavorecidos”.