En ese cementerio no se realizaban inhumaciones desde 1829, pero aún era visitado con frecuencia por quienes iban a rezar en las capillas familiares. Don Bosco envió de todos modos su solicitud al municipio, que la aprobó.
Sin embargo, el oratorio en ese cementerio duró solo dos domingos, ya que los gritos y juegos de los chicos resultaban un elemento de molestia. Así, parece que, por presión del guardián, padre Tesio, y del ama de llaves, Don Bosco y sus muchachos, tuvieron que abandonar el cementerio.