“La meditación – explicó el padre Chávez – es la oportunidad de presentarnos ante Él como sus hijos, con nuestra plena, única e inalienable realidad personal”. Por eso, la meditación no es una práctica o solamente un tiempo dedicado a la profundización cognitiva: se trata de un diálogo que no parte del sujeto, sino del Señor: “De aquí la importancia de escucharlo, a través de su Palabra. Un método eficaz y probado desde siempre es la lectio divina, la cual no debe sustituir a la meditación, sino enriquecerla”.
La dimensión comunitaria acompaña al individuo: “El compartir fraterno aquello que el Señor quiere decirnos es uno de los aspectos que más pueden hacer crecer en profundidad nuestra comunión y nuestra comunicación”.
Para vivir la mística de la vida salesiana como oración es una guía extraordinaria el artículo 95 de las Constituciones, recordado por el padre Chávez: “el salesiano aprende a encontrar a Dios en aquellos a quienes es enviado. Al descubrir los frutos del Espíritu, en la vida de los hombres, especialmente de los jóvenes, da gracias por todo; al compartir sus problemas y sufrimientos, invoca para ellos la luz y la fuerza de su presencia”. Se trata de una verdadera mística. “Aquel que nos permite vivirla en plenitud es el Espíritu Santo”, explicó el ponente, “es una realidad fundamental en nuestra vida humana, cristiana y religiosa”. El ejemplo más hermoso lo da María: “Se percibe en Ella una relación diversificada con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. De tal manera, que se le atribuyen a Ella las tres relaciones más profundas del ser humano de Hija – Esposa – Madre”.
De modo similar a Ella, también José – recordado como copatrono de la Congregación salesiana en la liturgia eucarística presidida por el padre Jorge Crisafulli, superior de la Inspectoría África Nigeria Níger (ANN) – es modelo de profunda unidad con Dios en la oración. “La humildad de José lo hizo preocuparse no por sí mismo, sino por María y por el hijo. Él, por encima de todo, escuchó la Palabra y observó la voluntad del Señor. Lo ama sin hacer muchas preguntas, teniendo plena confianza en la Providencia. Se pone incondicionalmente en las manos de Dios y se pone en camino para preservar a la Sagrada Familia”.
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