Una presencia salesiana en la Amazonía fue pensada por primera vez en 1908, después de un viaje realizado por monseñor Frederico Costa, obispo diocesano de Manaos, al Alto Río Negro, y formalizada a través de una solicitud a la Santa Sede. En 1910 fue creada la Prefectura Apostólica de Río Negro, que en 1914 fue confiada a los salesianos. Ellos llegaron al año siguiente, y los pioneros fueron: el padre Giovanni Balzola, el salesiano coadjutor José Canuto y el padre Giuseppe Solari. La sede de la nueva misión fue São Gabriel da Cachoeira.
n 1916, el Brasil salesiano estaba constituido por dos inspectorías: la Inspectoría de María Auxiliadora, con sede en San Pablo, que comprendía el Brasil del Sur y el Brasil del Norte; y la Inspectoría del Mato Grosso, dedicada a san Alfonso María de Ligorio, con sede en Campo Grande.
La Prefectura Apostólica de Río Negro, confiada por el papa a la Congregación Salesiana en 1914, estaba canónicamente ligada a la Inspectoría de San Pablo, aunque los anuarios de la Congregación Salesiana a veces la colocan después de la Inspectoría de Campo Grande. En realidad, siendo territorio de misión, dependía de los recursos humanos y materiales que eran proporcionados directamente desde el centro de la Congregación Salesiana.
En 1925 fue creada la Inspectoría “San Luis Gonzaga”, con sede en Recife, y el territorio de la nueva inspectoría cubría Manaos y la Prefectura Apostólica de Río Negro.
Ese mismo año, por determinación de la Santa Sede, las Prefecturas Apostólicas de la Amazonía, entre ellas Río Negro, se convirtieron en Prelatura Nullius (de ninguna diócesis) y se crearon otras, como Porto Velho, también confiada a los salesianos. El padre Pedro Massa se convirtió en el primer Prelado de Río Negro y Administrador Apostólico de la Prelatura de Porto Velho.
Desde ese momento comenzó el proceso de expansión de la presencia salesiana en la Amazonía: en 1926 fue fundada la misión de Taracuá; en 1927 la de Barcelos; en 1928 la de Porto Velho; en 1929 la de Humaitá; en 1930 la de Iauareté; en 1931 el Instituto “Nossa Senhora do Carmo”, en Belém; en 1939 fue asumida la dirección del seminario diocesano de Belém; en 1940 fue fundada la misión de Parí Cachoeira; en 1942 fue asumida la dirección del seminario diocesano de Manaos; en 1943 fueron fundadas las misiones de Santa Isabel do Rio Negro y São Carlos do Jamari; en 1948 comenzó la presencia salesiana en Ananindeua, en la Casa do Filho do Seringueiro; en 1953 fue fundada la residencia misionera de Assunção do Rio Içana; en 1955 fue fundada en Manaos la Escuela Industrial Salesiana “São Domingos Sávio”. Luego, de 1956 a 1958, la presencia salesiana en la Prelatura de Porto Velho pasó a depender de la Inspectoría “San Juan Bosco” de Río de Janeiro.
Finalmente, en 1958, como se ha dicho, fue instituida la Inspectoría de BMA. “La nueva Inspectoría, llamada ISMA (Inspectoría Misionera Salesiana de la Amazonía), cubre los estados de Maranhão, Pará y Amazonas y los territorios limítrofes. A pesar de la propuesta de fijar la sede en Belém, se decidió que esta sería en Manaos, por ser el centro geográfico de la región. Y aunque nació por separación de la inspectoría madre, resulta más extensa que la inspectoría de la que fue desmembrada” informa el comunicado difundido en ese momento al comunicar la noticia a los nuevos inspectores.
El primer superior de la nueva Inspectoría fue el padre Miguel d’Aversa, quien en 1962 se convertiría en obispo prelado de Humaitá.
Actualmente, los salesianos en la Amazonía están presentes en tres arquidócesis (Manaos, Belém y Porto Velho) y tres diócesis (São Gabriel da Cachoeira, Humaitá y Ji-Paraná). Estas seis circunscripciones eclesiásticas, aunque diferentes entre sí, tienen las características comunes a toda la Iglesia en la Amazonía, considerada misionera debido al escaso número de sacerdotes.
La Inspectoría BMA actualmente es el hogar de setenta y cuatro salesianos: cuarenta y un sacerdotes (aunque seis operan fuera de la inspectoría), siete coadjutores (de los cuales solo uno con votos temporales) y veintiséis en formación (dos novicios, seis posnovicios, once tirocinantes, seis en la fase del teologado y uno en el post-teologado). Es interesante notar la presencia, en una inspectoría misionera como esta, de vocaciones indígenas: hasta hoy son nueve entre los salesianos sacerdotes y siete entre los salesianos en formación.
La dimensión misionera salesiana en Brasil se expresa sobre todo en la presencia entre las poblaciones indígenas, promoviendo su cultura, educación y dignidad, en fiel cumplimiento del carisma salesiano de atención a los más pobres y necesitados.
Los reflejos de esta opción preferencial por los pueblos indígenas -como sector social marginado- se observan en diversos ámbitos: a nivel social, la actividad salesiana está muy centrada en la formación, en el empoderamiento de los jóvenes indígenas como protagonistas y en el apoyo a los líderes; así como a nivel del cuidado de la cultura vocacional, con el Centro de Formación Indígena, actualmente activo en São Gabriel, que tiene como objetivo la formación de buenos cristianos y el renacimiento de las vocaciones, tanto laicas como religiosas.
En cuanto a las casas salesianas, son 11 comunidades, que gestionan un total de 10 oratorios, dos escuelas, dos obras sociales, ocho parroquias, dos santuarios y cinco centros juveniles.
La Familia Salesiana, por su parte, está presente a través de la contribución y el compromiso educativo, misionero y apostólico de los Salesianos Cooperadores (activos con 10 centros y 175 miembros); de los Voluntarias de Don Bosco (presentes con dos grupos y 4 miembros) y de la Asociación de María Auxiliadora (con dos grupos y 17 miembros).
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