El estudio de la juventud -al igual que el de otros grupos de edad, como la infancia o la vejez- presupone conocer bien los contextos. El Consejero ha iniciado con un diagnóstico de la realidad mundial, partiendo del Global Risks Report del Foro Económico Mundial (World Economic Forum) y de los estudios recientes de la American Association for the Advancement of Science. Don Miguel Angel ha presentado los riesgos globales que tienen un impacto significativo en la economía, los recursos naturales y los jovenes.
“Pensar la complejidad de la cuestión juvenil, así como interpretar sus causas y contradicciones materiales, sociales y culturales subyacentes, aparece hoy como el verdadero desafío al que están llamadas la sociedad civil, la política, las instituciones y la Iglesia”, ha expresado Don Miguel Angel. Ha desarrollado, por ello, el impacto de la situación mundial en la juventud, en 12 áreas concretas: la falta de financiación y de políticas públicas para los jóvenes; algunos indicadores demográficos y dinámica de los flujos migratorios; el acceso a una educación gratuita y de calidad; la ocupación y posesión ilegal del territorio, la estigmatización del territorio y el aislamiento social; el empleo y calidad del trabajo de los jóvenes (precariedad y bajo rendimiento); la participación de los jóvenes en las instituciones y en la vida civil, social y política de los países; la salud mental y la violencia de las bandas; las transformaciones estructurales de la familia; la construcción de la identidad; la digitalización y la tecnología; la igualdad de género y la violencia doméstica y de pareja y el proceso de urbanización en los países.
En un segundo momento, algunas propuestas concretas para trabajar desde las inspectorías salesianas. Entre otras claves concretas que nos permitan elaborar proyectos y construir utopías, desarrollo estos argumentos: afrontar las realidades sociales con una visión profunda y una imaginación creadora; ser una Iglesia pobre y decididamente comprometida con los más débiles y los más pobres; promover una caridad pastoral iluminada por la verdad y al servicio del desarrollo integral; trabajar por la justicia y transformar las estructuras que generan pobreza; comprometernos a cuidar nuestra casa común; cultivar una espiritualidad sólida y profundizar en la dimensión evangelizadora de la caridad; reforzar la animación comunitaria y cuidar a los actores y, por último, alentar la esperanza y generar procesos.
En breves palabras, “los salesianos cristianos debemos tener ojo de orfebre y ojo de centinela. Un ojo de orfebre para apreciar, amar y dar color a los más pequeños detalles de cada día. Un ojo de centinela para no perder de vista el horizonte hacia el que nos movemos: el reino de Dios ya presente, cuya plenitud esperamos”.
