De Oliva Gessi, Luis Versiglia llegó a Turín-Valdocco, para sus estudios, a la edad de doce años y allí fue conquistado por el carisma de Don Bosco, que le llevó a cambiar profundamente sus planes de vida, transformando su sueño de ser veterinario en el de convertirse en sacerdote salesiano y misionero. Fue ordenado sacerdote en 1895, con solo veintidós años. Cuando en 1906 fue nombrado jefe de la expedición misionera a China, imprimió a su liderazgo una impronta salesiana, basando su relación con los niños y jóvenes en la bondad amorosa y utilizando el juego, el canto y la música como instrumentos educativos fundamentales.
En los años comprendidos entre 1911 y 1918, en la difícil labor de evangelización del vasto distrito chino de Heung-shan, atormentado por la guerra civil entre imperialistas y republicanos y por las epidemias que hacían estragos, destacó su gran caridad cristiana y su continua entrega para ayudar al prójimo y salvar almas. Virtudes, estas, que se acrecentaron cuando se le confió el vicariato de Shiu-chow; fue consagrado obispo en 1921.
En el vicariato de Shiu-chow, a pesar de peligros e inconvenientes de todo tipo, consiguió llevar a cabo una intensa labor apostólica, gracias también a su gran confianza en la protección de María Auxiliadora y de Don Bosco. Llevó a China el primer grupo misionero de las Hijas de María Auxiliadora, indispensables para la evangelización y la educación de las niñas. Eran los años de otra guerra civil, la que enfrentaba a las tropas nacionalistas de Chang-Kai-Shek y a las comunistas de Chang-Fat-Kwai. Se extendió un movimiento antieuropeo, se cometieron abusos y devastaciones, los misioneros dejaron de ser tolerados y se convirtieron en el blanco de la xenofobia bolchevique. A pesar de las enormes dificultades, las duras condiciones de vida, las fuertes hostilidades y los peligros que surgieron como consecuencia de la propaganda bolchevique, gracias a su talento y a su gran celo apostólico, el obispo Versiglia consiguió proyectar y realizar escuelas, residencias, pequeñas iglesias, residencias de ancianos y dispensarios médicos.
El 25 de febrero de 1930, durante una visita pastoral a la cristiandad de Lin-chow junto con el joven misionero Padre Calixto Caravario, dos jóvenes maestras, sus dos hermanas y una catequista, mientras remontaba el río Lin-chow en barca, fue interceptado por una docena de piratas que le exigieron dinero e intentaron secuestrar a las chicas, pero el obispo y el Padre Caravario se opusieron resueltamente para proteger la dignidad de las muchachas. Los piratas se abalanzaron sobre ellas, insultando a la religión, y las golpearon salvajemente. Luego las condujeron a un matorral, las fusilaron y destrozaron sus cuerpos. El martirio fue así el epílogo de la vida del obispo Luis Versiglia y del sacerdote novicio Calixto Caravario.
San Luis Versiglia dedicó todo su ser al pueblo chino, y con su propia vida salvó la de las jóvenes catequistas. Amó hasta el final, sin medida, amó con palabras, con obras, con toda su vida. Representa, por tanto, un modelo de vida pastoral vivida en plena santidad, conquistada con gran sacrificio y determinación, día tras día. En estos años en los que la Iglesia está herida por los escándalos y la inmoralidad, su figura y la de su compañero de martirio, Calixto Caravario, brillan por sus grandes virtudes y por la ejemplaridad de la caridad pastoral vivida hasta el don de la vida.