El gran flujo migratorio ha traído consigo nuevas complejidades sociales, laborales y económicas, para las que el Estado peruano no estaba preparado.
Por ello, la Casa Don Bosco, en el barrio Magdalena del Mar de la ciudad de Lima, se creó como un servicio de atención ante la gran ola migratoria que se produjo en el país en 2018 y 2019. Hoy, es un centro de acogida que alberga a cuarenta y cinco jóvenes migrantes y refugiados de entre dieciocho y veinticinco años, y a cinco familias que se encuentran en extrema pobreza, sin dinero ni hogar, que huyeron de un país donde no hay comida, trabajo ni atención sanitaria.
Dentro, los chicos encuentran personal cualificado, como educadores y psicólogos, y la oportunidad de vivir en un ambiente familiar que fomenta el crecimiento personal y espiritual mediante misas y actividades pastorales. Los niños acogidos proceden en su mayoría de familias monoparentales y tienen a sus espaldas experiencias de abandono, separación, trabajo infantil, educación rígida y experiencias carcelarias. Han crecido en la actual situación sociopolítica y económica de Venezuela y muchos no han desarrollado o fortalecido las habilidades socioemocionales para vivir una vida adulta. En los últimos años, más de setecientos chicos, entre ellos de Ecuador y Colombia, han pasado por la Casa Don Bosco.
El itinerario psicológico que se ofrece consta de cuatro fases:
Investigación: esta fase comienza con el primer encuentro entre el joven y la Casa, y sirve para conocer la situación personal y familiar del joven, así como las motivaciones que le llevan a pedir ayuda a la Casa.
Alojamiento: comienza el proceso de integración y adaptación a la dinámica diaria de la Casa; inicia la búsqueda de empleo con el apoyo de la orientación y asesoramiento para la preparación del currículum y la búsqueda. También asiste a sesiones de formación en grupo y a actividades lúdicas y deportivas, así como a una sala de música y a una zona de Internet.
Compromiso: el joven se vuelve más independiente y se espera que sea capaz de asumir responsabilidades y compromisos personales y domésticos.
Familia: esta fase la viven los jóvenes que, por diversas circunstancias, han sido acogidos con sus parejas e hijos y que voluntariamente piden formar parte de esta nueva experiencia. Los jóvenes viven una vida más independiente, pues ya han asumido la plena responsabilidad de sí mismos y de su familia.
Para más información, visite: www.missionidonbosco.org