Puede un joven del siglo XXI encontrar un verdadero modelo de vida cristiana entre sus coetáneos? Hay un muchacho, todavía vivo en el Paraíso, que puede enseñarnos que “nuestra Meta debe ser el Infinito, nuestra Patria, no lo finito”, como él sostenía, y como llegar también nosotros sin excesiva dificultad.
Se trata del Beato Carlos Acutis, nacido en Londres el 3 de mayo de 1991, pero vivió después en Milán. En esta ciudad crece como un muchacho normal de su generación, en una familia que le enseña los valores cristianos y frecuentando la escuela católica. Ya desde su infancia se ve en él algo especial: a los 7 años es admitido para hacer la Primera Comunión y desde sus 12 años se toma el compromiso de participar a la misa cotidiana, rezar todos los días el rosario, definido por él como “la escalera más corta para subir al Cielo”, la confesión frecuente y de asistir a la Adoración Eucarística.
Sus compromisos de oración no lo alejaron del mundo, sino que más bien hicieron de él un joven activo y comprometido en las pequeñas cosas que un muchacho de su edad puede hacer (y quizás un poco más todavía). Se comprometió con sus estudios y a ayudar a sus compañeros, juega a fútbol y a los videojuegos, toca el saxofón, sale con los amigos. Entre todas estas actividades, encuentra el tiempo para ayudar a los pobres y a los necesitados, dándoles vestidos, alimento y su compañía. Un muchacho atento y premuroso bajo muchos aspectos.
Carlos ha sido un gran apasionado de la tecnología, de la internet…y al mismo tiempo de los milagros Eucarísticos. Teniendo solamente 14 años crea un sito de internet que muestra los muchísimos milagros presentes en el mundo, que todavía existe junto a otros de sus proyectos (www.miracolieucaristici.org). Él, en efecto, creía firmemente en el uso de estos medios de comunicación modernos para evangelizar y el amor que crece en él por la Eucaristía lo empuja a trabajar para hacer conocer a Jesús a los demás. Otra de sus frases famosas es: “La Eucaristía es mi autopista para el cielo”. Su idea fija era llegar a ser santo y hablar a todos de la santidad.
Muere el 12 de octubre de 2006 en el hospital de Monza, a tan solo 15 años de edad, por una leucemia fulminante, viviendo la enfermedad como una prueba ofrecida por la Iglesia y el Papa. Ha sido beatificado el 10 de septiembre de 2020 en Asís, ciudad muy amada y visitada por él, en la cual quería ser sepultado y donde ahora reposan sus restos, en el Santuario de la Expoliación de la Iglesia de Santa María Mayor.
Carlos, llevando adelante el eslogan de su personal originalidad, quiere poner en evidencia que toda vida puede comunicar a Cristo a los demás y que cada uno está llamado hacerlo con su propia manera de ser. Comprendió que es indispensable hacer un gran esfuerzo misionero para anunciar el Evangelio a todos. Su objetivo, en efecto, fue el mismo que el de los verdaderos misioneros: llegar a cuantas más personas se pueda para dar a conocer la belleza y la alegría de la amistad con el Señor, disfrutando al mismo tiempo de todo aquello que el mundo puede ofrecer.