Uno de ellos es Kande, de 16 años, que llegó a la casa salesiana para pedir un trozo de pan. Empezó a vivir en la calle cuando tenía 10 años. “La vida era dura. A veces la policía venía a arrestarnos y nos llevaba al centro de rehabilitación de Mbazi y nos quedamos allí unos cinco meses y luego cuando volvía a la calle, luchaba por encontrar al menos un lugar para dormir”. Junto a él, come su sopa Dakarai, que mendigaba en la calle después de que su madre mató a su padre en una disputa familiar y terminó en prisión. “Seguí viviendo en la calle durante unos 13 años - dice - y hasta ahora he tenido la oportunidad de estudiar mecánica gracias a los salesianos”.
“Agradezco a los sacerdotes porque me orientaron a seguir la formación profesional - explica Juvenal -. Hoy estudio mecánica con mis compañeros, aunque no tenemos todo lo que necesitamos. Carecemos de uniformes escolares e incluso las camisas, y los zapatos son difíciles de encontrar debido a la pobreza. Pero si te falta algo para comer, puedes soportarlo y vuelves a la escuela porque tienes un objetivo que cumplir”.
Ishimwe, por otro lado, es una mujer joven que fue criada por su abuela materna. Entretanto, cuando la anciana ya no tenía fuerzas para trabajar en el campo, ella también se dirigió a los Salesianos de Rango, pidiendo ayuda para poder seguir el curso de cocina.
“Vienen de la calle pidiendo comida y muchos consiguen incluirlos en cursos profesionales como los de mecánico y zapatero", dice el párroco, el padre Remy Nsengiyumva. "Ofrecemos útiles escolares y uniformes, pero el problema es la comida. Algunos, de hecho, viven completamente en la calle, otros reciben comida en las familias de acogida; otros comen solamente por la noche donde estudian para cursos técnicos” indica.
Para ellos, el padre Nsengiyumva y sus feligreses se están organizando para crear un pequeño comedor y cocinar al mediodía. Todavía no hay un proyecto real, aunque ya tiene un nombre - "Ejo heza" (Un mañana mejor) - una iniciativa que partió cuando al comienzo de la pandemia en Ruanda, en la primavera de 2020, los niños de la calle comenzaron a llamar a la puerta de la parroquia. “Como sus compañeros han sido tratados bien, ahora vienen en gran número - concluye el religioso -. Por ello pedimos a todos los que puedan que nos den una mano”.