Del don de “lo poco” ya hablé cuando mencioné que la vida cotidiana está casi vacía, pero se enriquece con “lo poco” que tiene sentido. Ahora aplico esto a la vida de las comunidades eclesiales o, mejor dicho, a lo que siempre hemos pensado que era necesario en la Pastoral Juvenil: las grandes estructuras.
Todas ellas se nos han caído de las manos, quizá solo para redescubrir que las grandes estructuras son algo “superfluo”, que solo tiene sentido al final y quizás solo para una pastoral “rica”.
Lo poco de lo que vive la Pastoral Juvenil es lo más importante: es el encuentro en el campo, en una casa que aún está en pie, en la calle, en un jardín alrededor de un carrusel, con la principal preocupación de estar cerca de los refugios antiaéreos. Basta con que haya algunos jóvenes y un adulto o un joven un poco mayor, un buen animador para crear un oratorio. Cuando nos organizamos mejor, el oratorio era un simple coche que viajaba a los lugares menos probables, pero donde inmediatamente se creaba simpatía y alegría, y el juego ayudaba a aliviar la tristeza, al menos por esas horas, y las conversaciones eran realmente menos vacías de lo habitual, aunque tal vez se hablara de fútbol o de las olimpiadas. Todo comenzaba con una simple pregunta del conductor: “Oye, tengo un problema y estoy buscando a alguien que pueda ayudarme – tengo una bolsa de chocolates, pero no puedo comérmelos solo. ¿Me echas una mano?”. Así nació el “Oratorio sobre ruedas”, que buscaba a aquellos que no podían venir solos al oratorio.
La Pastoral Juvenil fue también la presencia de algunos payasos italianos (¡que sean bendecidos!). El grupo Teatri Senza Frontiere con Maurizio Stammati, Noemi Bassani, Stefano Tosi, Marco Renzi, Ruggero Ratti, Marco Pedrazzetti, que recorrió las ciudades bajo las bombas. Y también el Caballero de Italia, Marco Rodari, conocido en los países atravesados por la guerra como “Claun el Pimpa”: nariz roja y gorrito con hélice, capaz de arrancar a los más pequeños de la angustia de la guerra por algunos instantes, incluso bajo las bombas o entre los escombros. Con ellos, en distintos momentos, hemos visitado las ciudades y pueblos de nuestro territorio del Exarcado de Donetsk, desde Zaporizhzhia hasta Kramatorsk, desde Kryvyj Rih hasta Dnipro y Novodonetsk. No puedo describir el éxito, las sonrisas entre lágrimas.
Para no pensar que la pastoral es solo esos lugares de encuentro y algunos momentos de reflexión y oración, también hemos activado una escuela offline en una ciudad que siempre está bajo el foco de las bombas: ¡y vieran con qué atención, con qué participación, con qué alegría los chicos están juntos con sus amigos, experimentando algo ordinario que ahora se ha vuelto extraordinario! ¡E incluso los cursos de formación profesional en instalaciones eléctricas, imaginen con qué recursos!
Estructuras mínimas, pero con corazón. Y sin duda, con creatividad y muchos colores.