La pregunta, que fascinó a decenas de estudiosos salesianos, también cautivó hace algunos años al salesiano Giuseppe Soldà, sacerdote que vive en la Inspectoría del Nordeste de Italia (INE), que en un valioso libro presenta las fotos de Don Bosco, catalogándolas describiéndolas y tratando de ofrecer una recopilación completa y razonada de todo el corpus.
En su obra, el padre Soldà observa cómo para volver a las imágenes más auténticas de Don Bosco fue necesario realizar un cuidadoso trabajo de análisis, para eliminar aquellos retoques típicos de la época y motivados sobre todo por motivos hagiográficos.
Por ello identificó como una de las fotos más "fieles" la tomada en Niza en 1885, que aparece poco o nada retocada, y la fotografía tomada al año siguiente en Sarriá, cerca de Barcelona, España, de la que se incluso se conserva el negativo.
Don Bosco permaneció en Niza del 25 de marzo al 1 de abril de 1885, en uno de los varios viajes realizados con la finalidad de que no faltara su presencia a los salesianos enviados a Francia, el primer país después de Italia, en recibir a sus hijos espirituales. En ese momento Don Bosco tenía casi 70 años y la foto muestra fielmente a un hombre ya viejo y cansado, con el rostro marcado por las fiebres que lo golpeaban en los cambios de estación, con mirada de campesino tenaz y de voluntad fuerte, con ojos penetrantes y sufridos, con manos laboriosas y enérgicas y cabello rizado. El ojo izquierdo, en particular, todavía está vivo y penetrante, mientras que el derecho está visiblemente apagado.
Don Bosco, en general, tiene un rostro poco arreglado, ciertamente no el de "una estampita"; pero no debemos olvidar que ciertamente no fue por vanidad que Don Bosco se prestó a ser fotografiado: por el contrario, los relatos de las Memorias biográficas dan testimonio de su renuencia a tales poses (que también requerían cierto tiempo en el que quedarse quieto); pero que al final se dignó tomarlas como un gesto de cortesía hacia los bienhechores y amigos que deseaban tener un retrato de Don Bosco para ellos solos, o para fomentar a través de las fotos el sentido de su presencia y el ambiente familiar en las casas salesianas.
La foto de Sarriá fue tomada el 29 de abril de 1886, durante un viaje de Don Bosco a las recién fundadas presencias salesianas en España. El secretario de Don Bosco en su viaje, Don Viglietti, relata varias fotos tomadas ese día, entre ellas una en el altar mientras distribuía la Comunión a los fieles. Entretanto de esa sesión sólo llegaron dos fotos muy parecidas, pero con un campo de visión ligeramente diferente y con diversa posición de las manos, en ambos casos con Don Bosco retratado sentado en su habitación.
Las fotos, realizadas por un profesional, Raimundo Fages Buxó, no eran excelentes, sobre todo porque las condiciones de iluminación estaban mal escogidas y la mitad del rostro de Don Bosco aparece en sombras.
En la versión más de cerca, Don Bosco aparece aún más viejo y cansado, con la boca tirada y sin sonrisa y las dos grandes arrugas en los pómulos muy marcadas.
En la versión de mayor tamaño se ve de lleno la figura de Don Bosco, y como elementos coreográficos se ve una mesa sobre la que se encuentra una estatua de la Virgen y un libro.
Mirando estas fotos seleccionadas, a pesar de los retoques y de las imágenes más fáciles de transmitir, Don Bosco aparece con rasgos más bien "duros" y marcados y un rostro cuadrado, una figura típica de un campesino, pero con una mirada que, aunque debilitada, todavía se ve viva, inteligente y astuta.
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