Con su sabiduría y ternura, también infundirá en el corazón de su Hijo el amor por la humanidad, la caridad, la preocupación por el bien de los demás ... Actitud que María no improvisa.
Los pies de María eran veloces; se levantó con un corazón alegre y generoso para apresurarse a ayudar a su prima Isabel, que había concebido y estaba en edad avanzada. María también llevó al Salvador en su vientre, pero en ese momento no estaba preocupada por sí misma. María apenas parece darse cuenta de la grandeza de esta condición sobrenatural con la que ahora participa en la historia de la humanidad con el título absolutamente único de "Madre del Mesías".
Sin pensar en sí misma, María se apresura a ayudar a los que necesitan ayuda, signo de amor y asistencia. María es evangelizadora, testigo de amor, cuyos pies son libres para ir rápidamente a llevar la verdad, el amor y la caridad.
María es, por tanto, la Auxiliadora de los cristianos, la que se presta espontáneamente a servir y ayudar. Con sus pies generosos caminó con paso firme y logró superar el difícil camino entre Nazaret y Ain Karin (donde según la tradición se ubicaba la casa de Zacarías e Isabel, ndr.). El amor que brota de ella, ese amor que es el fuego de la caridad, se convierte en signo sacramental de la presencia de Dios. La presencia de Dios es así real porque Dios está presente en su seno, es fruto de su seno. Incluso el niño que Isabel llevaba en el vientre reconoció la grandeza de María y la divinidad de su hijo. Y así, ambas mujeres, Isabel, que representaba el Antiguo Testamento, y María, el signo del Nuevo Testamento, se abrazaron y se saludaron como expresión de su amor y cercanía.
Por eso los hermosos pies de María Auxiliadora, esos pies ahora glorificados en el Cielo, que también sintieron las piedras y las espinas del camino, el malestar debajo del sol y el calor, son los pies evangelizadores de Aquella que con su vida da testimonio del valor de las palabras de Jesús: “Id y predicad el Evangelio a toda criatura”.
Contemplando los pies de María Auxiliadora podemos apreciar también la dimensión misionera de la Iglesia, la misión de la Iglesia de servir, evangelizar y dar testimonio a través de la caridad.
¡Verdaderamente bienaventurados los pies de Aquel que trae consigo la Buena Nueva!
Monseñor Walter Guillén Soto, SDB