Usted ha dicho que el Sínodo no es solo la asamblea sinodal, sino que hay camino antes y después… ¿Dónde estamos ahora en los que se refiere a la pastoral juvenil?
En este momento, estamos esperando la exhortación apostólica del Papa. Ha habido un instrumentum laboris, que ha servido como base del trabajo sinodal; un documento sinodal, que es el fruto de la asamblea; y ahora tendremos la exhortación apostólica, que relanzará este camino sinodal que no termina hasta que llegue a cada Iglesia local…. Son significativos el lugar y la fecha elegidos por el Papa Francisco para presentar la exhortación –el 25 de Marzo, en Loreto–. Porque el sí de María es el inicio del camino y nos recuerda de manera simbólica que también nosotros vamos a empezar.
¿Cuáles serán los puntos centrales de ese documento papal?
Uno de los grandes temas será la “Sinodalidad”. El propio Francisco ha dicho que el camino sinodal es el que Dios espera de la Iglesia del tercer milenio. Que sin la “Sinodalidad” el impulso misionero no será fuerte. Diría también que aparecerá la necesidad de caminar con los jóvenes, antes de hacer caminar a los jóvenes; esto es, una Iglesia en salida y en movimiento, que recupera el dinamismo juvenil… Mostrará la voluntad de la Iglesia de tejer nuevas relaciones con el mundo juvenil, una dinámica de renovada proximidad y amistad que se profundizará en una propuesta de caminar juntos.
¿Cómo debe escuchar y acercarse la Iglesia a los jóvenes de hoy?
El tema fundamental desde el punto de vista bíblico en el Sínodo es el relato de Emaús, donde el primer paso no es la afirmación sino la pregunta. Donde la pregunta se abre a la escucha y donde la escucha, cuando es empática, toca al que escucha y cambia su corazón. La verificación de una verdadera escucha es el cambio de corazón.
¿Cuál es la línea que seguir de cara al futuro en la pastoral juvenil?
Diría tres cosas. La primera, hay que recuperar la proximidad con el mundo de los jóvenes. En segundo lugar, tenemos que repensar el cristianismo a partir de la dimensión vocacional y, por tanto, de la personalización de la vida de fe. Y por último, recuperar el dinamismo juvenil de la Iglesia.
Fuente: www.alfayomega.es