¿Qué es la cárcel hoy?
Es un mundo muy cerrado y desconocido. Para mí se ha convertido en un lugar familiar, lo asisto con mucha regularidad, porque siempre tengo en mente las palabras del Evangelio: “Tuve hambre, me diste de comer. Estaba sediento y me diste algo para beber. Yo era forastero, y me acogiste. Yo estaba en la cárcel y viniste a verme” (Mt 25). Elegí quedarme con estos jóvenes y visitarlos porque detrás de estos barrotes encuentro al propio Jesús.
¿Cuál es su trabajo pastoral?
Mi intervención es eminentemente pastoral y se caracteriza por una actitud de escucha, de fidelidad, de amistad con los jóvenes detenidos. Respondo todo lo que puedo a sus necesidades. Esto significa, en primer lugar, activar intervenciones concretas de solidaridad: trato de trabajar en red con todas las figuras profesionales dentro y fuera de la institución penitenciaria: educadores, policías penitenciarios, trabajadores sociales.
¿Hay extranjeros en la cárcel?
Sí. Los extranjeros experimentan la experiencia de los prisioneros de manera más dramática que los italianos. No entienden el idioma, las leyes, los reglamentos e incluso en la cárcel sufren graves problemas económicos y sociales. La mayoría de estos detenidos tienen historias especiales, privaciones emocionales y culturales. Mis visitas y la de otros educadores son importantes para ellos, son como los de los miembros de la familia, porque tienen la oportunidad de hablar con alguien y de alguna manera nos convertimos en un punto de referencia para ellos. La prisión es un mundo separado, un lugar cerrado caracterizado por la marginación. La visita a la prisión significa en primer lugar el rechazo de la exclusión y el aislamiento. Jesús no juzga y condena lo que hacen los tribunales de nuestras sociedades. Podemos llevar el Evangelio, la “buena noticia” a estos jóvenes detenidos, y podemos comunicar a sus compañeros que alguien los cuida.
Hoy, ¿qué haría Don Bosco con los muchachos en las cárceles?
Juntos podemos multiplicar y hacer tanto bien a estos jóvenes. Y como decía Don Bosco, logran que sean “buenos cristianos y honestos ciudadanos”.
