El P. Pier Jabloyan, del oratorio salesiano, director de Alepo, llama: “la fuerza brutal de la guerra”: aquella capacidad de la violencia para matar no sólo a los hombres, sino para matar también los sueños, los proyectos, los ideales, especialmente entre los jóvenes. El deseo de sobrevivir, sustituye la voluntad de vivir.
Es algo que nos cuestiona a los mismos religiosos, que anteriormente podíamos ocuparnos del cuidado del rebaño, y ahora tenemos que dividir este tiempo para encontrar agua, alimentos...
El caso de Siria, no se comprende en otros contextos. “Cuando me preguntan sobre Alepo, me doy cuenta de que existe una desinformación terrible”. “Lo único claro para todos es que existe una guerra sucia y muy concreta”, donde se encuentran los diferentes intereses encontrados en Siria “un campo de batalla y donde los que deben pagar son los civiles”.
Sin embargo, dice el P. Jabloyan: “como Salesianos esperamos un futuro mejor: por esta razón seguimos y trabajamos con los muchachos. Si nos detenemos y los dejamos, quiere decir que hemos perdido. Incluso el mínimo rayo de luz que nos da la esperanza es cuando la guerra haya terminado. Será en aquel momento que tendremos que pensar en reconstruir lo destruido, no sólo desde un punto de vista físico y material”.
Aún en este contexto, se pueden encontrar algunos aspectos positivos. Por ejemplo: el miedo a la guerra aportó la capacidad de dar valor a las pequeñas cosas, de hacer fiesta en las pequeñas oportunidades que nos da la situación. “Es un poco lo que trato de transmitir cuando comparto en Facebook 'la sonrisa del día’, testimonios de los espacios de vida que nos quedan, la conciencia de que cada momento que pasa es precioso”.
La inseguridad también ha fortalecido la fe de muchos, transformándose en anunciadores. “Nos parece revivir la realidad de los primeros Cristianos y como en aquellas épocas hay una conciencia de un posible martirio. Nadie lo busca, pero la actitud nace de la Palabra de Dios: ‘Señor, no queremos, pero que se haga tu voluntad'".