“Llegué a la ciudad para hacer una visita a mis hermanos misioneros y me dijeron que tenía que ir al mercado al aire libre a confesar y a celebrar misa. Obviamente, mostré sorpresa y hasta un poco de incredulidad porque hay que conocer y entender cómo funciona un mercado abierto en África, con miles de personas recorriendo pequeños puestos que venden de todo, desde pescado fresco hasta celulares…”, cuenta el padre Jorge.
“En el mercado, me traen una silla y bajo un intenso y caliente sol tropical me piden que me ponga a confesar en medio de la excitación colectiva y preguntándome ¿qué hago yo aquí?”.
“Con mi sotana blanca y mi estola, sentado en medio del bullicio, con cientos de personas moviéndose alrededor, vendiendo y comprando... para mi sorpresa, se acercó una persona y me dijo: ‘padre, ¿me confiesa?’. Le pregunté si era católico y él me contestó que sí, pero que hacía 22 años que no se confesaba’. Y ahí siguió una hermosa confesión y absolución”. Y luego la misa.
“Mil colores, mil ruidos, mil olores, mil rostros, mil sonidos dan a esta misa el sabor más especial que a cualquier otra misa celebrada en mi vida. Me venía a la mente la invitación del Papa Francisco: hay que salir fuera, hay que llevar la Iglesia a las calles, hay que armar lío, no hay que tener miedo, hay que seguir las inspiraciones del Espíritu, hay que patear para adelante”, explica el salesiano.
“La gente está sedienta de misericordia de Dios, de la alegría del Evangelio, pero si nadie habla, si nadie predica, si nadie se anima a salir, a jugarse la vida, a servir… cómo van a experimentar los hombres esa mirada misericordiosa de Dios”, se pregunta el misionero.