¿Cómo nació tu pasión por las misiones?
Durante mis primeros años de vida religiosa, mi padre, experto en agricultura y ex alumno salesiano, se ofreció como voluntario para la misión salesiana en Embu, Kenia. En las vacaciones de verano fui con él durante un mes y, mientras que mi padre ponía a disposición sus habilidades en la agricultura, yo estaba empezando a sembrar las semillas de la vida misionera a través del contacto con los niños más pobres, a través de la fe vivida con intensidad y a mirar los paisajes impresionantes que ofrece la naturaleza.
¿Y cómo se desarrolló esta semilla misionera?
Durante diecisiete años renuevo en África, cada día la promesa de dedicar todas mis fuerzas para realizar el proyecto educativo de Don Bosco. He tratado de hacer lo mejor posible en Akure, Nigeria, a posteriormente en Sunyani, Ghana, y finalmente Ibadan, y de vuelta en Nigeria. Ocupé puestos administrativos pero, afortunadamente, siempre animando el Oratorio, en los centros para niños de la calle o en las aldeas del bosque.
Desde hace muchos años vives en Nigeria. ¿Cómo se organiza la presencia Salesiana?
Tenemos sedes en ocho ciudades y, según nuestro estilo es el mismo. Trabajamos principalmente para los jóvenes más pobres y abandonados. Las escuelas, parroquias, centros juveniles ya sean técnicas y profesionales y los hogares para los niños de la calle, son algunas de las obras que hacen honor a la Congregación y a la Iglesia católica en un país donde las cuestiones religiosas son a menudo causa de conflictos. La formación profesional de los jóvenes, junto con una sólida formación humana y civil, son los cimientos de una sociedad más pacífica y tolerante.
¿Y cómo desarrollas la misión en Ibadan, en el lugar donde trabajas?
Don Bosco en Ibadan tiene la “misión” de formar ochenta estudiantes de filosofía, que se encuentran empeñados a reflexionar sobre cómo la cultura cristiana puede relacionarse con la cultura actual. La mayoría de ellos seguirá una vocación religiosa o sacerdotal. Además, las puertas del oratorio están abiertas todos los días para recibir a jóvenes, principalmente musulmanes, a quienes se les ofrecen oportunidades para la formación humana, cultural y religiosa. Los niños más pobres y abandonados que viven en la calle son parte del programa llamado Bosco Boys Project.
Fuente: Revista María Auxiliadora