Empezó de joven, cuando estaba en el colegio. Un año, cuando se acercaba la Navidad, preparó una alabanza al Niño Jesús, escrita en poesía y música, apoyado en la base de una ventana de un coro de la iglesia de San Francisco.
Fue cantada en 1842 por primera vez a los dominicos y luego en la Consolata, con Don Bosco dirigiendo la pequeña orquesta y tocando el órgano.
Para las melodías, Don Bosco se inspiraba en la vida cotidiana. Un día, escuchando a unos obreros cantando en los andamios, tuvo la inspiración de escribir unos versos. Anotó la música y luego le pidió al famoso erudito Silvio Pellico que le escribiera unos versos al Ángel de la Guarda. De ella salió el aria muy popular “Angioletto del mio Dio”, que recorrió toda Italia.
En otra ocasión, se encontró con unos jóvenes que cantaban acompañándose con la guitarra y el violín. Don Bosco fue conquistado por esa armonía y sacando papel y lápiz, apoyándose en una puerta del edificio de la Prefectura, escribió las notas. Así nació “Noi siam figli di Maria”.