Había estado esperando este día durante mucho tiempo. ¿Qué representa el inicio de la Causa de Beatificación del Fundador?
Cuando recibí la noticia tan esperada dentro de mí había tantos sentimientos, emociones y rostros de hermanas que en estos largos años han ofrecido, rezado y sufrido para que llegue este día. Sentí una palabra en mi corazón: "gracias". Gracias al Señor que ha iluminado las tinieblas del error dando esplendor a la verdad; gracias al Santo Padre por el coraje de reconocer la inocencia de Mons. Cognata, dando una señal transparente de justicia y respeto. Derramé lágrimas de alegría fluyendo.
¿Qué aspecto del carisma salesiano encarnó y presenció Mons. Cognata con más fuerza?
Se trata para cada “Oblata” de reescribir una nueva página con la tinta de una generosidad cada vez mayor en la vivencia del carisma de la Oblación, con la tinta de la caridad tan querida por el Fundador.
¿Cuál es la relevancia eclesial del testimonio evangélico de Monseñor Cognata?
Creo que es la de la confianza absoluta en la aceptación de lo que el Señor ha permitido. Se trata de esa docilidad interior que acoge como un privilegio el estar asociado a la obra redentora abrazando la Cruz, para asemejarse al Maestro. Cruz que también se convierte en la posibilidad de un regalo alegre y de serenidad interior, incluso en la prueba.
Este reconocimiento tan esperado ha llegado en tiempo de Pascua y en un mundo azotado por la epidemia de coronavirus. ¿Qué reflexiones le inspiran en estas circunstancias?
La Providencia ha dispuesto que se reconozca su inocencia en un momento de la historia no solo de la pandemia, sino también de las dificultades de la Iglesia por las diversas sombras que no siempre la hacen transparente. El testimonio de Mons. Cognata puede ser para todos un ejemplo de fidelidad e integridad, de humildad, de silencio y de obediencia hasta el punto de permanecer sereno incluso frente a la calumnia y la mentira, manteniendo la fe en el Señor que conoce la verdad y sabiendo esperar el tiempo de Dios.
Cristo nos ha redimido liberándonos del temor de permanecer esclavos del enemigo mortal y asegurando a la humanidad que no estamos solos y que no debemos dejarnos sofocar por la desconfianza, porque los colores del arco iris volverán a brillar, como el espléndido sol ha vuelto en la historia de nuestro Fundador.
Estas circunstancias me inspiran también sentimientos de confianza en la Iglesia que, aunque a pasos lentos, ha logrado sacar la verdad; y que el Señor prueba, pero nunca abandona a sus hijos.
Este tiempo, que aparentemente nos obliga a quedarnos quietos, está haciendo brotar nuevos frutos, tal vez olvidados o descuidados: silencio, oración más intensa, relaciones familiares y comunitarias más profundas, conciencia de ser frágiles y la necesidad de redescubrir nuestra propia esencialidad como criaturas e hijos de un Dios que nos sigue amando.