Don Bosco confió la realización de la primera pala del altar a Juan Bautista Bonetti, un joven recién egresado de la Academia Albertina. La obra de Bonetti permaneció en el altar por unas décadas, pero en 1898 el padre Miguel Rúa la trasladó al Instituto de Caserta, que acababa de fundarse. Ya en 1896, Don Rúa había renombrado el espacio y encargado un nuevo altar a Crescentino Caselli.
El tercer cambio ocurrió en 1956, cuando, tras la canonización de santo Domingo Savio, este altar fue elegido para honrarlo. Se mantuvo la estructura original, pero se reemplazó la pala del altar por una obra del pintor Crida. En 1917, los restos del joven fueron trasladados del cementerio de Mondonio a la Basílica y colocados en un sarcófago de alabastro bajo uno de los pilares de la cúpula, frente al púlpito. Este fue adornado con un bajorrelieve en yeso, obra del escultor Pietro Cellini, que representaba al joven ante Don Bosco diciendo: “Dios me quiere santo”.
Las modificaciones realizadas en los años cuarenta del siglo XX también afectaron la tumba del santo joven, que fue trasladada a la capilla, reemplazando el bajorrelieve por una estatua de mármol del escultor Arrighini de Pietrasanta.
Fuente: Bollettino Salesiano