“Les agradezco de corazón por sus oraciones por mi salud desde la Plaza, los acompaño desde aquí. Que Dios los bendiga y que la Virgen los proteja. Gracias”, fue el mensaje enviado por el Papa a los fieles reunidos en oración. Su voz sonaba fatigada, su respiración era pesada, las sílabas marcadas lentamente… ¡Pero era el papa Francisco! Un aplauso estalló desde el fondo de la multitud. El Papa “volvió” a su casa y, desde el décimo piso de la que, desde el 14 de febrero, se convirtió en su residencia, se hizo presente para la gente que, desde hacía casi dos semanas, se reunía cada noche en el abrazo de la columnata de San Pedro para implorar su recuperación.
Un signo de gratitud del Pontífice, “conmovido por los numerosos mensajes de afecto que le llegan cada día, y agradecido por las oraciones del pueblo de Dios (...). Un hermoso regalo – afirmó el cardenal salesiano – para quienes estamos aquí y para todos en el mundo: tantas personas, católicos y cristianos, mujeres y hombres de buena voluntad, que están cerca de él y oran por él”.
Casi costaba retomar el esquema de la oración vespertina cotidiana tras escuchar el audio del Pontífice. El cardenal Fernández Artime esperó a que concluyeran los aplausos para dar inicio a la recitación de los Misterios Luminosos. Las miradas, absortas, primero se dirigieron a los altavoces y, poco después, a las pantallas gigantes, quizá con la esperanza de ver al Papa, además de escucharlo. Había muchísimas religiosas, numerosos sacerdotes y también un grupo de jóvenes. Más personas continuaban ingresando mientras la Schola Cantorum entonaba el himno a la Virgen.
“Nos reunimos en oración por la salud del Santo Padre Francisco con María, Madre de la Iglesia y del Buen Consejo”, retomó luego el pro-prefecto del DIVCSVA. A sus espaldas, como en las últimas once noches, se erguía la imagen de María Mater Ecclesiae, que parecía velar sobre la fila de cardenales, obispos, sacerdotes y religiosos de la Curia romana y de la diócesis de Roma, acomodados en el atrio, así como sobre la multitud de personas de distintas edades y nacionalidades unidas en la súplica por la recuperación del Papa. El cardenal Fernández Artime inició entonces el momento de oración fijando la mirada en María, para que, como concluyó, “ningún obstáculo nos haga desviarnos del camino que conduce a la salvación”.
La asamblea entonó así la antigua oración del Oremus pro Pontifice nostro Francisco y comenzó el rosario por el Santo Padre, que llevaba más de veinte días distante, pero que, de alguna manera, en esta ocasión, estuvo de nuevo presente.
Fuente: Vatican News
