En su tercera participación en las JEFS, el cardenal López resumió brevemente los muchos ámbitos de trabajo y las diversas dimensiones de fecundidad de las misiones de la Familia Salesiana – desde el punto de vista de la evangelización, la educación, la promoción social, el desarrollo agrícola, la difusión de los oficios, la atención de la salud, la difusión de las comunicaciones, la protección de las minorías culturales… “En resumen, más bien deberíamos preguntarnos qué no han hecho los misioneros salesianos”, comentó.
Sin embargo, como agregó después de haber examinado las numerosas actividades realizadas: “¿Era esta su misión? ¿Ser misionero consistía en hacer todas estas actividades?” Su análisis, lúcido y concreto, distinguió así el sentido auténtico de la misión – en última instancia, el amor – de las simples actividades realizadas para manifestarlo.
A lo largo de su intervención, el cardenal realizó un eficaz análisis que separó los enfoques comunes, pero erróneos, sobre las misiones del valor auténtico de la misión salesiana. Así, enumeró:
Confundir la misión con las actividades apostólicas. Card. López subrayó que “la misión es amar” y no se reduce a educar, construir o curar, porque tiene que ver, más bien, con el ser “signos y portadores del amor de Dios para los jóvenes”;
Buscar una recompensa en el amor. Al contrario, el misionero no debe amar para ser amado, sino ofrecer un amor “incondicionado, gratuito y expansivo”, como el de Dios;
Pensar que la misión es para pocos especialistas. En cambio, cada cristiano está llamado a ser misionero donde sea que se encuentre, sin necesidad de ir a tierras lejanas;
Relacionar la misión con una dimensión geográfica. La misión es universal y debe vivirse en cualquier contexto, no solo en los tradicionales “países de misión”, ya que incluso los territorios de antigua tradición cristiana necesitan misioneros;
Creer que ser misioneros en otros lugares no tiene sentido. Con este punto, aparentemente en contradicción con los anteriores, el cardenal López remarcó que la dimensión misionera de la Iglesia se basa en compartir la fe y que la presencia de los misioneros sigue siendo fundamental para despertar la conciencia misionera en todos;
Pensar que la misión es implantar la Iglesia. En este sentido, el cardenal subraya que la misión principal es el anuncio del Reino de Dios, no la construcción de estructuras eclesiales. A este respecto, el cardenal también destacó el compromiso de los buenos misioneros de cooperar con todos los creyentes y todas las personas de buena voluntad;
Olvidar el papel del Espíritu Santo. No hay que ponerse en el centro y considerarse los principales autores de la misión: el Espíritu Santo es el primer misionero y actúa ya en los corazones de las personas antes de la llegada de los misioneros. La reflexión del cardenal López fue, por tanto, un sentido llamado al regreso a lo esencial. Y en sus palabras finales, el cardenal hizo una precisa síntesis de toda su intervención, afirmando: “Todos somos discípulos-misioneros de Cristo y de su Reino (…) Como Iglesia, debemos vivir al servicio de la misión siempre y en todo lugar, y la misión, que consiste en anunciar y promover el Reino de Dios, se realiza, para nosotros de la Familia Salesiana, en amar y ser signos y portadores del amor de Dios para los jóvenes.”
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