Cuando nació Luis, se estaba en pleno invierno riguroso, y debido a las circunstancias del nacimiento, la partera juzgó prudente bautizar al recién nacido. Dos días después se completaron los ritos bautismales.
La infancia de Luis estuvo marcada por las tradiciones locales y la vida familiar, un entorno cultural y espiritual que contribuyó a moldear su carácter, transmitirle valores esenciales para su crecimiento, y orientar su futura vocación misionera en Colombia entre los enfermos de lepra en Agua de Dios y en la fundación de las Hijas de los Sagrados Corazones de Jesús y de María.
Es significativo el vínculo de Luis con su padre Pietro, quien fue su formador y maestro, transmitiéndole el sentido cristiano de la vida, las primeras nociones escolares, y el amor por la música y el canto.
Otro aspecto que influyó en el desarrollo del pequeño Luis fue que la casa de los Variara estaba casi siempre llena de niños. Pietro, al finalizar las clases, llevaba a casa a los alumnos más necesitados y, tras ayudarles con las tareas, los dejaba al cuidado de la madre Livia. Las demás familias hacían lo mismo. Luis creció en este ambiente “oratoriano”, donde se sentía en casa, amado, y la presencia paterna de Pietro y la materna de Livia eran recursos educativos y afectivos de primera calidad no solo para sus hijos, sino también para muchos otros niños y jóvenes, especialmente los más pobres y desfavorecidos.
Durante estos años, Luis conoció y cuidó a un compañero con discapacidad, ocupándose de él y haciéndolo sentir cómodo. En este hecho se puede vislumbrar una semilla de esa sensibilidad y cercanía que caracterizaría más tarde la vida y misión de Luisi Variara al servicio de los enfermos de lepra en Agua de Dios, Colombia.
Realmente, Luis Variara, en su niñez y juventud, experimentó junto a sus hermanos y los niños del vecindario el amor sincero de sus padres y, a través de su ejemplo, conoció el verdadero rostro de Dios Padre, fuente del amor auténtico.