Los salesianos están presentes en las ciudades de Alepo, Damasco y Kafroun, con obras de educación informal y centros juveniles que, en conjunto, brindan un poco de esperanza cada día a más de tres mil niños y jóvenes. Incluso en estos últimos días, tras la caída del régimen de Assad, han tenido que suspender sus actividades para proteger la seguridad de los menores, aunque no su compromiso de cuidar y acoger a quienes lo necesiten.
Los últimos acontecimientos han sido recibidos por la población como una liberación. Muchos han salido a las calles con una alegría contenida, pero “la situación es incierta en todo el país y todo avanza demasiado rápido. Aquí es tradición celebrar a santa Bárbara (el 4 de diciembre) con fiestas de disfraces y una comida tradicional, pero este año decidimos, en lugar de una fiesta, realizar una vigilia frente al Santísimo Sacramento para pedir la paz”, prosiguió su testimonio el padre García.
“El momento de la verdad será cuando las diferentes facciones que componen la coalición se sienten a negociar. Todo dependerá de cómo se organicen los contrapesos del nuevo gobierno”, concluye el salesiano.
El superior de la Inspectoría de Oriente Medio, el padre Simon Zakerian, quien se encuentra en Roma estos días para el curso de formación y orientación para inspectores recién nombrados, confirma los sentimientos encontrados que conviven ahora en la población siria. “El pueblo sirio, por un lado, se alegra; por otro, llora. Durante tantos años, los sirios se han acostumbrado a vivir con un bloqueo de libertad: no podían expresarse, hablar ni criticar... Ahora esperamos que haya un cambio positivo”.
La gran pregunta de muchos es sobre el futuro. Los obispos sirios, tanto católicos como ortodoxos, ya han tenido varios encuentros con algunos responsables de los grupos rebeldes y han recibido garantías de que los cristianos “no serán atacados, porque siempre han sido fieles a nuestro país”. Esto alimenta una esperanza cauta, aunque todos quieren esperar a que los nuevos responsables del país demuestren con hechos lo que hasta ahora son solo declaraciones de intenciones.
Los jóvenes que frecuentan las obras salesianas reflejan la nueva realidad. “En este tiempo, nuestros jóvenes se han mantenido mayormente en casa; en los grupos de WhatsApp se escribían mutuamente para no salir a la calle, esperando ver cómo evoluciona la situación… Así que aún hay miedo, pero al mismo tiempo, un poco de esperanza de que este cambio sea sinceramente para el bien del país”, concluye el inspector de la Inspectoría MOR.