El Padre Cabrera, con un espíritu joven y gran entusiasmo a pesar de su edad, provenía de una familia muy humilde: su madre era ama de casa y su padre trabajaba como minero. "Con ese trabajo logró comprar un pedazo de terreno y construyó una casa", compartió con gratitud.
Su vocación nació cuando era aún niño, alumno de quinto grado de la escuela salesiana en la ciudad de Limón. "Fueron los salesianos quienes tomaron la iniciativa de invitarme a hacer la experiencia como aspirante salesiano. Y mi padre dio su consentimiento", recordó después de tantos años.
"Mi campo de misión ha sido en el contexto de los pueblos indígenas, especialmente entre los Achuar y los Shuar. Mi servicio entre los indígenas ha sido variado e incluyó tanto la primera evangelización de algunos grupos, como la catequesis y los oratorios", contó. Ha sido Director de diversas obras misioneras – Zumbagua, Sevilla Don Bosco, Bomboiza y Taisha – y aún hoy es párroco en la obra de Sevilla Don Bosco.
También para él, como para todos, la vida religiosa y misionera no ha estado exenta de imprevistos y dificultades, que en su caso se manifestaron principalmente en la fase inicial, durante los estudios: le tomó nueve años ser ordenado sacerdote, pero al final superó todo y logró completar sus estudios.
Al mismo tiempo, no faltaron las numerosas alegrías: las de la educación y la evangelización de los jóvenes y las comunidades indígenas; así como las profundas satisfacciones de ver abiertas las causas de beatificación de cuatro misioneros que operaban en Ecuador, entre ellos la Beata Sor Maria Troncatti, Hija de María Auxiliadora, misionera italiana originaria de la ciudad de Brescia, activa también como enfermera en las comunidades donde sirvió.
Sin olvidar el pasado que lo ha llevado tan lejos, el Padre Cabrera aún tiene la energía de quien mira hacia adelante y planea el futuro: en su comunidad colabora con sus hermanos para iniciar la implementación de las iniciativas propuestas por el Papa Francisco a través de la exhortación apostólica postsinodal Querida Amazonia, para instruir y educar a las personas y a los agentes pastorales en comprender y aceptar el desafío de la Iglesia sinodal: un desafío que parte en primer lugar activando la escucha y el diálogo.