Inmediatamente después del primer violento temblor del 6 de febrero de 2023, los voluntarios de la Familia Salesiana, entre religiosos y laicos, ya estaban en el lugar. En realidad, estaban desde antes del estallido de la guerra civil siria, en 2011. Hombres y mujeres de Don Bosco han prestado servicio entre la población pobre de Kafroun, Alepo y Damasco, proporcionando educación y programas de desarrollo social a medida, para miles de jóvenes y familias. Este trabajo se intensificó y amplió durante el conflicto y, de hecho, los misioneros salesianos fueron de las pocas organizaciones que permanecieron en el país para ayudar a los civiles afectados.
Esta presencia confiable y la familiaridad establecida con las personas del lugar hicieron que los salesianos se encontraran en una posición única para responder a la crisis: llevaron ayuda a las miles de víctimas del terremoto cuando otras organizaciones humanitarias luchaban por acceder a las áreas incomunicadas. Hoy, esa ayuda continúa en forma de vales mensuales que individuos y familias pueden usar para cubrir los costos crecientes de alimentos, combustible para el hogar y otros bienes de primera necesidad.
“Estos misioneros han tenido éxito - y continúan brindando asistencia - gracias al enorme apoyo de nuestro Fondo de Socorro para el Terremoto en Turquía y Siria – afirmó el Padre Michael Conway, Director de Salesian Missions, la Procura Misionera Salesiana de New Rochelle, Estados Unidos – Y más que los dólares que hemos recaudado colectivamente, ese apoyo ha elevado los espíritus y la esperanza, cuando todo lo demás parecía oscuro. No se puede dar un valor a esto”, concluyó.
Por eso, es importante compartir el relato en primera persona de uno de los beneficiarios de las ayudas, Abdo, un estudiante de la Universidad de Alepo.
“Lamentablemente – escribe Abdo – llevamos impresas en nuestra tierra las cicatrices de la guerra y los traumas. El terremoto fue otro golpe devastador, un nuevo nivel de dificultad para una ciudad ya en apuros.
Pero la lucha más difícil y generalizada, la que provoca continuos desasosiegos, es la crisis de la economía y las condiciones de vida. Durante la guerra, el hambre nos atenazaba el estómago. El agua era un bien preciado que buscábamos y la electricidad un sueño lejano. Los ecos de esas adversidades aún están presentes, pero el presente tiene nuevos desafíos. La más sofocante de todas es la disparidad entre precios y salarios, donde los bienes de uso cotidiano aumentan a niveles inimaginables, mientras que los sueldos se mantienen fijos, apenas suficientes para algunos días.
Imaginen tratar de alimentar a una familia cuando la leche y la carne, esenciales para el crecimiento de los niños, se consideran un lujo. Cada centavo es una lucha desesperada por la supervivencia, que deja los sueños y aspiraciones sepultados bajo el peso de las necesidades diarias... los suministros universitarios, las tarifas para compensar las paralizantes interrupciones de corriente, e incluso los medicamentos básicos - todo esto se convierte en una carga sobre espaldas ya fatigadas.
En medio de todo este dolor, el vale proporcionado por los Salesianos es un salvavidas. Permite a familias como la mía comprar bienes de primera necesidad, lácteos, queso, leche y productos de limpieza, cosas que de otra manera estarían fuera de nuestro alcance. Es una oportunidad para poner en la mesa comida nutritiva y asegurar la disponibilidad de las necesidades más básicas de la vida.
Este acto de bondad, que puede parecer pequeño, tiene un impacto profundo. Nos permite afrontar un nuevo mes con alguna preocupación menos. Libera la mente para concentrarnos en nuestros estudios y nos asegura las necesidades más básicas de la vida, sobre todo la comida.
Naturalmente, el impacto va más allá del bien material. La ayuda de los Salesianos es un testimonio de su inquebrantable confianza en nosotros. Alimenta nuestra determinación de perseverar, de continuar aprendiendo y soñando con un mañana mejor. En esta generosidad, vemos una confianza en la capacidad de Alepo de resurgir de las cenizas, más fuerte y vibrante que antes. Nuestros corazones rebosan de gratitud. Los Salesianos nos recuerdan constantemente que no estamos solos en esta lucha. Con esta ayuda, continuaremos adelante, ladrillo a ladrillo, para reconstruir nuestras vidas y nuestra ciudad. Porque Alepo, como su gente, es una ciudad que nunca se romperá".