La Misa solemne comenzó con una versión moderna del tradicional himno Laudes Regiae, invocando la protección y la bendición de Dios sobre la Iglesia, sobre el Papa Francisco, sobre los Obispos y el rebaño a él confiado, sobre los líderes cívicos y sobre todas las mujeres y hombres.
En su homilía, el Papa Francisco recordó un "momento difícil" del ministerio terrenal de Jesús, relatado en el Evangelio del día. "En el momento de la desolación", dijo el Papa, "Jesús tiene una mirada que alcanza a ver más allá: alaba la sabiduría del Padre y es capaz de discernir el bien escondido que crece, la semilla de la Palabra acogida por los sencillos, la luz del Reino de Dios que se abre camino incluso durante la noche"
Al inicio de la Asamblea General, el Papa afirmó que "no necesitamos una mirada inmanente, hecha de estrategias humanas, cálculos políticos o batallas ideológicas". En cambio, dijo, "estamos aquí (...) para caminar juntos con la mirada de Jesús, que bendice al Padre y acoge a todos los que están cansados y oprimidos".
Jesús, "a pesar de haber experimentado el rechazo", no se deja aprisionar por la decepción, sino que permanece sereno "incluso en la tempestad", prosiguió el Papa.
Explicó que Jesús nos invita a ser una Iglesia que contempla la acción de Dios y discierne el presente; "una Iglesia que no afronta los desafíos y problemas de hoy con espíritu divisivo y conflictivo, sino que, por el contrario, dirige su mirada a Dios que es comunión y, con asombro y humildad, lo bendice y adora, reconociéndolo como su único Señor".
Citando a Benedicto XVI, el Papa Francisco continuó diciendo que la "cuestión fundamental" que el Sínodo debe abordar es cómo lograr comunicar la realidad de Dios que ha hablado a los hombres de hoy, para que esta realidad "se convierta en salvación". Pero para ello, la Asamblea sinodal no puede actuar en soledad: debe partir de nuevo de Dios, centrando de nuevo su mirada en Él, para llegar a ser "una Iglesia que mira a la humanidad con misericordia", que asume la misma mirada de Jesús, la mirada hospitalaria "hacia los más débiles, los que sufren, los descartados".
Por último, el Santo Padre invitó al Pueblo de Dios a seguir las huellas de San Francisco, el Santo del Día. "Id y reparad mi Iglesia" fue el mandato que recibió de Jesús el Pobre de Asís: "El Sínodo sirve para recordárnoslo: nuestra Madre Iglesia tiene siempre necesidad de purificación, de ser "reparada", porque todos somos un Pueblo de pecadores perdonados -ambos-".
Concluyendo su homilía, el Papa Francisco insistió una vez más en el papel protagonista del Espíritu Santo que "a menudo rompe nuestras expectativas para crear algo nuevo que supera nuestras expectativas y negatividad". Por eso, dijo el Papa, "abrámonos a Él, e invoquémosle (...). Y con Él caminemos, con confianza y con alegría".