Un recorrido por las grandes estepas y los pequeños ger, las típicas tiendas con columnas de madera y paredes de fieltro, símbolo de la vida nómada de la población. Una población "apasionada", "pacífica", con "vocación de multilateralismo" y preocupada por el medio ambiente tras los peligrosos deslizamientos de tierra. Una población de la que el 0,02% profesa el catolicismo, perteneciente a un "pequeño rebaño" renacido tras la caída del comunismo en 1992. Así resumió Bruni la peregrinación de Francisco a Mongolia, con una única parada en la capital, Ulanbaatar.
Se trata del 43º viaje apostólico del Pontífice argentino, el 61º de su pontificado, y el primero de un Papa en esta bisagra asiática apretada entre Rusia y China, país este último que Jorge Mario Bergoglio atravesará en su vuelo de ida y vuelta y para el que está previsto un telegrama al presidente Xi Jinping.
La ubicación de Mongolia es, por tanto, geopolíticamente simbólica en un momento histórico marcado por la guerra de Ucrania, que probablemente se reflejará también en el discurso que el Papa dirigirá el 1° de septiembre a las autoridades civiles, uno de los cinco discursos -todos en italiano- que Francisco pronunciará durante el viaje de tres días, caracterizado por encuentros con diversas realidades institucionales y sociales del país.
El corazón de todo el viaje, sin embargo, será el encuentro con la pequeña comunidad católica, unos mil quinientos fieles: "El Papa va a Mongolia para hablar principalmente con ellos, dirigirá palabras de aliento y esperanza a esta hermosa realidad que ofrece una importante contribución en los campos de la vida humana", dijo Bruni, recordando las raíces de esta Iglesia que, de hecho, sigue viva hoy en día, a pesar de que los contactos con el mundo latino se registran ya en el siglo XIII e incluso un intercambio de cartas entre el hijo de Gengis Khan y el Papa Inocencio IV.
El nombramiento del primer obispo se remonta a principios del siglo XIV, cuando el imperio mongol incluía parte de China. Después, con el paso de los siglos, la presencia de cristianos en la zona casi se fue diluyendo, hasta desaparecer por completo durante los años del régimen comunista. Es a partir de 1992 cuando la Iglesia ha sido "readmitida" e "invitada a una presencia", revigorizada en los últimos treinta años por la gran labor de los misioneros, en primer lugar los Misioneros de la Consolata, congregación a la que pertenece el primer y único cardenal de Mongolia, Giorgio Marengo, Prefecto Apostólico de Ulanbaatar, que recibió la púrpura en el Consistorio del año pasado.
Teniendo en cuenta estos antecedentes históricos, pero también el presente de esta Iglesia pequeña, pero capilarmente activa en el ámbito social -hasta el punto de que en los últimos meses se está estudiando un acuerdo entre la Santa Sede y Mongolia sobre la labor de los cristianos-, la Misa que el Papa celebrará la tarde del 3 de septiembre en el Steppe Arena es central. A los mil quinientos fieles residentes en Mongolia, el 90% en la capital, se unirán otros mil fieles procedentes de diversos países vecinos. Entre ellos: Rusia, China, Tailandia, Kazajistán, Kirguizistán, Azerbaiyán y Vietnam.
También, el domingo 3, el Papa presidirá un acto ecuménico e interreligioso en el Teatro Hun: participarán representantes del chamanismo, el sintoísmo, el budismo, el islam, el judaísmo, el hinduismo y otras confesiones. Una muestra de la vocación de coexistencia pacífica que, subrayó Bruni, caracteriza al pueblo mongol desde hace décadas.
Explicando detalladamente el programa, Bruni informó que el Papa partirá el 31 de agosto en avión a las 18.30 desde Fiumicino y aterrizará en Ulanbaatar, en el aeropuerto internacional de Chinggis Khaan, recibido por el ministro de Asuntos Exteriores y una joven que le ofrecerá una taza de yogur seco, regalo típico del país. La primera jornada estará dedicada a las citas institucionales: por la mañana con las autoridades civiles, entre ellas el Presidente Ukhnaagiin Khürelsükh y el Primer Ministro; por la tarde con obispos, sacerdotes y misioneros consagrados.
Esta última cita tendrá lugar en la catedral, construida en el siglo XX, con una estructura que recuerda al ger, donde se encuentra una estatua de Nuestra Señora encontrada por una mujer en la basura hace años, entronizada y venerada como Madre del Cielo. El año pasado, Marengo consagró Mongolia a Ella. La mujer que encontró la estatua recibirá al Papa en la catedral, dividida en dos pisos, junto con una mujer mongola que le ofrecerá una jarra de leche envuelta en un pañuelo azul, otro regalo típico.
Además de los encuentros ya mencionados, en los que no faltarán los paseos en el papamovil, el último día Francisco bendecirá e inaugurará la Casa de la Misericordia, un complejo escolar en desuso perteneciente a las monjas y ahora habilitado para acoger a pobres, personas sin hogar, migrantes y víctimas de la violencia doméstica. "Es bonito que el Papa concluya su viaje en este lugar de amor", señaló Matteo Bruni.