El Vía Crucis, uno de los actos más solemnes y conmovedores de cada JMJ, estuvo acompañado de música tradicional y contemporánea, así como de una serie de imágenes que representaban cada estación, creadas por el artista jesuita Padre Nuno Branco.
Un momento, el del Vía Crucis, que como subrayaron los organizadores de la JMJ, tiene una finalidad que "va mucho más allá del simple recuerdo de los sufrimientos padecidos por Cristo". Más bien, "este tipo de oración... nos propone contemplar y dejarnos contagiar por la dimensión de este Amor totalmente generoso, tan incondicional en su entrega que da la vida por la vida de los demás".
En efecto, Jesús caminó durante toda su vida, curando a los enfermos, asistiendo a los pobres, enseñando y predicando, pero es el camino del Calvario el que queda profundamente grabado en el corazón de cada uno. Su camino "es Dios saliendo de sí mismo para caminar entre nosotros", reitera el Papa, "y esto lo hace por amor". La misma cruz que acompaña cada JMJ, explica, es el icono de este camino. Es "el significado más grande del amor más grande", aquel "con el que Jesús quiere abrazar nuestras vidas".
En cada estación, cincuenta jóvenes de veintiún países de todo el mundo, acompañados por un coro de sesenta y dos personas y treinta instrumentistas, representaron el martirio de Cristo. En distintas estaciones del recorrido, algunos jóvenes -de Portugal, España y Estados Unidos- ofrecieron sus testimonios de sufrimiento, esperanza y amor.
Como Caleb, estadounidense de veintinueve años, que dio testimonio de su lucha contra la depresión, las autolesiones y la drogadicción hasta que su encuentro con Él le permitió tomar las riendas de su vida sin volver a caer en los viejos hábitos y conocer a su mujer. O Esther, una española de treinta y cuatro años que quedó en silla de ruedas tras un accidente de tráfico y que decidió con su actual marido Nacho interrumpir su embarazo y que ahora, después de que el Señor, viniera a buscarla con su gran e inexplicable amor, es madre de la pequeña Elisabeth. Y João, un portugués de veintitrés años, víctima de bullying y con problemas mentales tras el encierro y la pandemia, que gracias a la fe ha sido ayudado en cada caída.
Las meditaciones, escritas por otro jesuita, el Padre Nuno Tovar de Lemos, se basaron en las respuestas a una encuesta entre veinte jóvenes de los cinco continentes sobre cuáles son sus mayores preocupaciones. Guerras, atentados, tiroteos masivos, persecución religiosa de minorías asolan un mundo cuyos recursos se explotan de forma incontrolada y donde la gente muere de hambre -mientras otros enferman por comer demasiado- o huye de situaciones inhumanas. La violencia en los matrimonios y las relaciones, el maltrato infantil, el acoso, el abuso de poder, la ansiedad, la depresión acompañan a menudo la vida de los niños, en "familias donde las palabras se lanzan como piedras" y la falta de consideración hacia los ancianos.
También existe una dificultad para amar y una incapacidad para actuar con el fin de alcanzar un modelo de felicidad impuesto y egocéntrico. "Somos incapaces de tomar decisiones, ni vemos la dirección en la que podría continuar la historia", atestiguan: "solo vemos el camino bloqueado por grandes obstáculos ante nosotros".
La invitación del Papa, sin embargo, es a no tener miedo, porque Jesús camina hacia la cruz y muere en la cruz para que nuestra alma pueda sonreír. Jesús está con nosotros, "y nos acompaña en la oscuridad que nos lleva al llanto. Camina y espera con su amor, "para darnos consuelo, para enjugar con su ternura nuestras lágrimas escondidas". Espera ver "las ventanas abiertas de nuestras almas".
Cristo, concluye, "quiere llenar nuestros miedos con su consuelo". Lo hace y espera, para instarnos a abrazar "el riesgo de amar". Un riesgo que, asegura el Papa, siempre merece la pena correr.
https://www.infoans.org/es/secciones/noticias/item/18663-portugal-el-papa-en-el-via-crucis-de-la-jmj-jesus-sigue-caminando-a-nuestro-lado#sigProIddcaf84c8ee