"A todos nos hubiera gustado asistir, pero no cabíamos", dijo el Director, padre Alessandro Borsello, que dio la bienvenida a monseñor Repole, de vuelta a "su instituto". La ocasión, como introdujo el padre Silvano Oni haciendo un recorrido por la historia del Instituto, era el 150° aniversario de la presencia de los Salesianos en Valsálice: fue uno de los predecesores de Monseñor Repole, el arzobispo Lorenzo Gastaldi, quien pidió a Don Bosco que abriera un estudiantado en vía Thovez, y el santo de la juventud fue enterrado allí desde 1988 hasta 1929, hasta que la urna con sus restos fue trasladada a la Basílica de María Auxiliadora debido a su beatificación.
Criado con su familia en Druento, como explicó en respuesta a las numerosas preguntas preparadas por la redacción de "Il Salice", el periódico web del Instituto, Monseñor Repole entró en el seminario a los once años, y los salesianos desempeñaron un papel importante en su formación escolar juvenil: tras el gimnasio de Valdocco, obtuvo el bachillerato clásico en 1986 en el instituto de Valsalice.
El encuentro con su profesor de Filosofía e Historia, el padre Giovanni Fontana, fue conmovedor, y expresó su gratitud con estas palabras: "Aquí encontré profesores que me fortalecieron, aprendí un método de estudio serio y riguroso, elementos importantes también para el trabajo intelectual", recordó el Arzobispo, respondiendo a los jóvenes que le preguntaban qué había le aportado el carisma salesiano en su formación como sacerdote y teólogo, profesor y ahora Arzobispo. "Me quedó la atención a los más jóvenes, también porque pasé muchos años enseñando y, como herencia salesiana, tengo en la memoria a algunos profesores, incluso mayores, que todavía disfrutaban pasando el tiempo con nosotros, los alumnos. Un testimonio que luego intenté transmitir a mis alumnos".
Tantas preguntas a las que el ilustre exalumno esquivó: "¿Por qué te hiciste sacerdote?", "¿Qué pensaste cuando el Papa Francisco te nombró Arzobispo?", "¿Qué libros son imprescindibles de leer para jóvenes como nosotros?", "¿Qué música escuchas?". Y de nuevo: "¿Qué lee en los ojos de los jóvenes de hoy y qué es lo más importante para usted?". "Leo -respondió- mucha belleza, atención al respeto a todos, pero también miedos, porque para los jóvenes de hoy la certeza de un afecto estable se da menos por descontada. Y los adultos no debemos aplastaros con las grandes expectativas que tenemos puestas en vosotros. Pero ante todo, como Don Bosco, debemos quereros e intentar responder a vuestras preguntas de sentido".
Por último, la respuesta central: '¿Lo más importante para mí? Todavía no he encontrado nada en mi vida que sea más bello que el cristianismo'.
