Junto al Rector Mayor, concelebraron su Vicario, el padre Stefano Martoglio, el Consejero General para las Misiones, padre Alfred Maravilla, el Consejero General para la Formación, padre Ivo Coelho, el Consejero General para la Pastoral Juvenil, padre Miguel Angel García Morcuende, además de 20 Inspectores y muchos otros sacerdotes.
En su homilía, el padre Ángel -el X sucesor de Don Bosco- reiteró que el carisma salesiano se difunde por el mundo gracias a los misioneros; sin ellos los salesianos serían pocos y únicos en Italia.
"Nuestra manera de vivir juntos desde todas las partes del mundo es una palabra profética", explicó, observando luego cómo la circunstancia del envío misionero fue la ocasión propicia para dar gracias al Señor por la llamada misionera de estos religiosos, llamada particular dentro de la común vocación salesiana y capaz de transmitir entusiasmo a los jóvenes en el nombre del Señor, con corazón salesiano.
El padre Ángel recordó el diálogo que tuvo la noche anterior con los nuevos misioneros SDB y FMA: “Hoy la mirada no puede ser la misma que en los tiempos de Don Bosco, no vamos a enseñar a los que no saben. En cambio, vamos a compartir la vida, ofreciendo lo que somos y recibiendo seguramente mucho más de lo que ofrecemos”.
Comentando la Palabra de Dios, el Rector Mayor subrayó cómo el Evangelio del día era muy claro: hay un hombre muy rico, cuyo nombre no se sabe, porque su corazón es tan duro que se ha perdido a sí mismo y un hombre pobre llamado Lázaro. El problema no es la riqueza, sino un corazón muerto, incapaz de ver nada más allá de uno mismo y sentir compasión y misericordia.
“No olvidemos que nacimos para los niños más pobres, no para hacer quién sabe qué, para encontrarlos en donde se encuentran los más necesitados en cada parte del mundo”. A veces no se trata de la pobreza material sino del gran vacío en el sentido de la vida y de la extrema soledad, a veces no falta nada, pero falta todo. “Cuídense, den lo mejor de ustedes mismos, den su vida todos los días. ¡Muchos nos esperan sin conocernos!”. exhortó el Rector Mayor.
Tras la profesión de fe, tuvo lugar el mandato solemne y ellos recibieron las cruces misioneras entregadas por el Rector Mayor. En nombre de Madre Chiara Cazzuola, Madre General de las FMA, que no pudo asistir, fue sor Ruth del Pilar Mora, Consejera General para las Misiones, quien entregó la cruz misionera a las FMA enviadas.
“Queridos hermanos y hermanas, María, Madre y Maestra, les acompañe y proteja. En nombre de Don Bosco y en memoria de la Primera Expedición Misionera vayan y anuncien a los jóvenes y pobres del mundo, la alegría de Cristo Resucitado”, fueron las palabras de envío del padre Ángel, recordando la Primera Expedición Misionera de 1875.