120 años después, ha llegado el momento de dar gracias a Dios por los muchos frutos gracias a la constancia y el trabajo de los salesianos que dedicaron incesantemente su vida a construir la Inspectoría y ponerla al servicio de los jóvenes necesitados.
En este sentido, el exalumno salesiano Afonso Cesário de Sousa, autor de un libro sobre el poder transformador de la educación (Da casa de taipa ao limiar do saber - a força transformadora da educação): escribió en este: "Las precarias condiciones de vida de varias generaciones en nuestro Brasil, especialmente en el Noreste, limitan las perspectivas de muchos Marys, Joões y José…”.
Su hermano Adonías también testifica: “Todo lo debo a los salesianos. Con los salesianos aprendí a hablar en público, a participar en el teatro, a escribir libros, a componer música ya tocar el piano, el acordeón, el saxofón, el oboe y la guitarra. Estas herramientas me han ayudado y me ayudan hoy en día a enfrentar los problemas que se me han presentado en las más diversas situaciones en las que debo tomar decisiones. A través de mi vida con los salesianos he aprendido a afrontar los hechos y acontecimientos de la vida de forma crítica, madura y equilibrada”.
Los diversos testimonios narrados con cariño y gratitud por el exalumno Afonso en su libro revelan la importancia de la educación y del carisma salesiano en la vida de muchos jóvenes, alcanzados gracias al trabajo incansable de los salesianos esparcidos por los ocho estados del Noreste.
“La formación salesiana, basada en el binomio 'buenos cristianos y honestos ciudadanos', no se ve frustrada cuando parte uno u otro formado, ni por la no adhesión de la mayoría de sus alumnos a la formación religiosa salesiana, porque, en en todo caso, ha contribuido a la formación del carácter y la personalidad de sus destinatarios”, afirma el propio Afonso.
La Inspectoría no existe para sí misma. Su finalidad es reunir a salesianos y laicos en su esfuerzo común por la salvación integral de los jóvenes. Comunidades como: Aracaju, Areia Branca, Caetés, Carpina, Fortaleza, Jaboatão (Colonia y Oratorio), João Pessoa, Juazeiro do Norte, Lajedo, Matriz de Camaragibe, Natal (Gramoré y São José), Oeiras, Recife (Bongi, Provincial Casa / Oratorio del Curado y del Sagrado Corazón) y Salvador, llevan la mirada y el cariño de Don Bosco a los jóvenes, especialmente a los más pobres.
Desde 1884, año de la llegada de los primeros seis salesianos a la región -don Lorenzo Giordano y don Clelio Sironi; tres clérigos: Giuseppe Blangetti, Luigi Della Valle y Leone Battistini; y el salesiano coadjutor Carlo Rossetti- han pasado muchos años. Pero los salesianos de hoy saben que están llamados a escribir nuevas páginas de una historia que no ha terminado. Todavía hay muchos jóvenes que necesitan amor, jóvenes sin un amigo que los escuche y los aconseje en el camino del bien. Y saben que Don Bosco está vivo cada vez que su mirada es sensible a las necesidades de los jóvenes.