“El territorio de Morobo está casi desierto, hay muy pocas personas. La gente huye por miedo a los rebeldes y a un contraataque del ejército. Las escuelas están cerradas por más de dos semanas, no hay maestros, no hay estudiantes, todos han escapado hacia el bosque o hacia los pueblos vecinos de la R.D. del Congo y a Uganda. Los centros comerciales están cerrados ya que la mayoría de los propietarios son de Uganda y han dejado Morobo.
“Uganda no permite el transporte de mercancías a Sudán del Sur, de esta manera la vida se ha vuelto muy difícil para las personas, y los precios de los artículos de primera necesidad han aumentado de manera exorbitante. Esperamos que la sabiduría de Dios prevalezca y se pueda tener una paz duradera en Sudán del Sur”.
Las agencias humanitarias han denunciado la precariedad de recursos, las inadecuadas estructuras de acogida, y los centros de tránsito en la parte noroccidental del país. La Agencia Fides, el centro de Elegu, ha informado que en la frontera entre Sudán del Sur y Uganda, actualmente se alberga a 10.000 personas, una cifra diez veces mayor que la capacidad prevista.
Igualmente es dramática la situación en el centro de tránsito Nyumanzi, en el distrito noroccidental de Adjumani, que fue construido en 2014 para dar cabida a cerca de 2000 personas por no más de dos semanas. Actualmente la sede acoge a más de 20.000 refugiados. El centro de recogida de Kuluba alberga un promedio de 1500 personas, en comparación con solamente 300 que se esperaba por la capacidad de los entornos.