Muchas personas, jóvenes y ancianos, fueron beneficiados por este proyecto. Una de ellas, es Lady Donyon, una viuda de sesenta años. Para sobrevivir vendía carbón pero los hijos de su difunto marido no le permitieron desarrollar su actividad y su único hijo que se ha quedado con ella tiene problemas de salud mental.
Donyon y sus nietos se las arreglan vendiendo bolsas con agua potable en los mercados (una costumbre que se ha difundido en África Occidental debido a la falta de potabilidad del agua, ndr.). Cuando los nietos retornan de la escuela van al mercado para ayudar a los vendedores. Para Donyon y los familiares que se han quedado con ella, los kit alimentarios de los salesianos son fundamentales, porque la pandemia ha complicado aún más todas las cosas.
“Este kit permitirá alimentarme, también a mis dos nietos y a mi hijo. Así podré dejar de salir siempre a buscar los contenedores para los próximos días. Agradezco de corazón a los salesianos y a sus benefactores por no haberse olvidado de nosotros”, dice Donyon agradecida.
Desde que inició la pandemia de coronavirus, los salesianos de Togo se pusieron en marcha para dar respuestas a las necesidades de los jóvenes pobres y de sus familias. En las comunidades salesianas, en las parroquias, en las escuelas y en todas las instituciones, los religiosos distribuyen mascarillas, ponen a disposición agua limpia, abastecen de alimentos y kit de higiene, y han cambiado el modo de dar las lecciones.
Los salesianos se ocupan también del modo en que las personas están enfrentando emotivamente los efectos de las restricciones y del confinamiento. Muchos apoyan a los miembros de sus comunidades con actividades online, líneas telefónicas de soporte y apoyo psicosocial.
Los datos de la UNICEF señalan que más del 80% de la población rural de Togo vive en situación de pobreza y casi la mitad de ellos son menores. Un niño de cada ocho no superará los cinco años de edad y el número de pequeños que abandonan la escuela es muy elevado. Para ayudar a sus familias, muchos niños son obligados a trabajar en condiciones de explotación y de peligro.
Ante todo eso, los salesianos no pueden hacer otra cosa que multiplicar sus esfuerzos para dar ayuda inmediata y educación de manera que se pueda interrumpir el círculo vicioso de la pobreza.