El X sucesor de Don Bosco señaló que los valores reclamados por el Papa son “actitudes para la vida” que conducen a las personas consagradas a experimentar la pobreza no teórica, sino concreta. La vida consagrada representa muchas veces la presencia de los consagrados en las fronteras de la Iglesia, en las periferias más pobres del mundo. Se sabe que está llamada a tocar la carne de Cristo en los humildes, los pobres y los enfermos, y confiar plenamente en la lógica del Evangelio y en la Providencia de Dios.
Después de buscar ideas en la tradición de los Padres de la Iglesia - citadas no por "erudición inútil, sino porque son la voz y la conciencia de que no debemos descuidar nunca”, explica el P. Á. F. Artime - la reflexión está unida a las líneas directrices promulgadas el 2014 por la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica.
El Rector Mayor desarrolló algunas reflexiones sobre el tema y propuso como diálogo en la reunión de Superiores. “Creo que se pueda decir que, en general, los religiosos y religiosas vivimos un modo simple y sobrio” invitó a los superiores a concretizar la audacia renovada y la profecía evangélica también en la gestión de las obras.
La centralidad de los elementos más esenciales de nuestro carisma, por ejemplo, “los jóvenes”, manifestó el P. A. F. Artime, no debe distraer nuestra atención por problemas de gestión administrativa. La razón es que debemos comenzar a trabajar en una cultura del seguimiento y de transparencia, proveer la correcta formación de tesoreros laicos, utilizar la experiencia y el profesionalismo de los laicos de probada confianza... todos estos elementos deben ser capaces de evitar la “tentación del poder” y reactivar la dimensión de la radical profética de la vida consagrada.