El P. Joao María Roque Guterres, párroco de la iglesia “María Auxiliadora” del Centro de Inspectoría de Dili-Comoro, acompañado por los miembros del consejo parroquial, pasan los días ayudando a las familias pobres de la parroquia.
Como es bien sabido, ningún rincón del mundo es inmune a esta pandemia: 208 países han sido alcanzados por este virus, casi 1,3 millones de infectados y 72.776 víctimas, según los datos actualizados de la Organización Mundial de la Salud al 8 de abril.
En Timor Oriental, desde el 15 de marzo, es decir, desde que el Ministerio de Salud confirmó la presencia de una persona infectada, se ha iniciado la campaña de información para la prevención, en la que la mayoría de las instituciones competentes trabajan para difundir medidas de higiene y distanciamiento social, junto con la suspensión de las celebraciones religiosas y las actividades escolares.
El 28 de marzo, el gobierno de Timor Oriental declaró el estado de emergencia y el cierre total del país. Timor Oriental es un país joven (se independizó en 2002), tiene un sistema de salud sumamente deficiente y muchas personas viven sin un saneamiento, sin una medicina o un tratamiento adecuados. La escasez de instalaciones no ofrece ninguna garantía a la población local en esta época de crisis, por lo que muchas personas han quedado traumatizadas por el miedo y la mayoría de los extranjeros han regresado a sus respectivos países.
El virus está golpeando duramente a Timor Oriental porque su impacto perjudica gravemente a los pobres, a los que viven solos, a los enfermos, a las familias que no tienen nada que comer, a los desempleados y a las personas que dependen de otros para vivir o de aquellos que viven con el trabajo del día.
“Recordemos la invitación del Rector Mayor a la solidaridad y demos una mano a los más necesitados. Estamos en la misma barca... y Jesús está con nosotros en la barca”, expresa el P. Manuel Pinto, SDB, Vicario de la Visitaduría de Timor Oriental.