En la Ordenación, el Obispo dice a quien recibe el orden del presbiterado, entregando en sus manos el cáliz y la patena: “Considera lo que realizas e imita lo que conmemoras”. La liturgia sintetizó en esta exclamación el centro de la espiritualidad sacerdotal.
Ser sacerdote no es más ni menos que unirnos diariamente a la entrega de toda la vida, en Cristo, al Padre. Eso es lo que celebramos todos los días, pero de manera especial el Jueves Santo, día en que como Iglesia hacemos memoria de la Santa Cena del Señor.
Don Bosco comprendió profundamente su misión como sacerdote. Recordaba cada día las palabras de su madre Margarita: « ¡Por amor de Dios! No deshonres ese hábito. Quítatelo enseguida. Prefiero tener un pobre campesino a un hijo sacerdote descuidado en sus deberes». Y Don Bosco tenía cuatro convicciones para una vida plena como sacerdote: coherencia con el estado sacerdotal, coherencia con la entrega a Dios, coherencia con las propias obligaciones, coherencia con la misión sacerdotal. Y la misión de los Salesianos Sacerdotes es “aportar al trabajo común de promoción y de educación en la fe lo específico de su ministerio, que lo hace signo de Cristo pastor, sobre todo con la predicación del Evangelio y la acción sacramental”.
Don Bosco vivió su vocación sacerdotal entre los jóvenes y para los jóvenes: «Voy a estudiar porque quiero consagrar mi vida a los muchachos». «El Señor me ha mandado para los jóvenes». Don Bosco fue sacerdote en su misión educativa y en sus actividades pedagógicas; como fue también educador en su misión sacerdotal y en sus actividades ministeriales. Se puede afirmar que la pedagogía de Don Bosco fue sacerdotal y que el sacerdocio de Don Bosco fue educativo y pedagógico.
Su afirmación al ministro Ricasoli en Florencia indica el camino de todo Sacerdote Salesiano de hoy: “Don Bosco es sacerdote en medio de sus muchachos”.