Por: Giorgio Marota
La inmigración y la migración forzada exigen una mayor equidad. Se debe respetar al hombre antes de su estatus legal o jurídico. Un refugiado de hecho, no abandona su tierra por elección, se ve obligada a huir a sabiendas de que tal vez nunca volverá a casa; es una persona que, según la definición de la Convención de Ginebra de 1951, teme de ser perseguido.
Incluso el concepto de "irregularidad" parece cada vez más relevante: “cualquier persona que deja su país para ir a otro país sin necesidad de visado, es irregular. Pero si declara la necesidad de protección debe ser acogido. El derecho a solicitar asilo es parte fundamental de los derechos humanos”.
Hoy en día, en todo el mundo existe el mayor número de migrantes forzados en la historia. El año 2015, el número de migrantes llegó a 65,3 millones de personas, de los cuales la mitad son niños. Una persona de cada 113 en el planeta se ve obligado a salir de sus casas. Son los Migrantes forzados y que son a su vez, refugiados; pero también personas desplazadas en el interior, es decir, aquellos que dejan sus hogares, pero no salen de su país.
Contrariamente a lo que se podría creer, Europa ha recibido solamente el 15% de estos 65 millones. Son los países vecinos que dan cabida a un mayor número de migrantes forzados, porque quien deja su casa, es de esperar, que tarde o temprano, tiene esperanza de regresar.
“La información más correcta, por tanto, es el punto de partida”, señaló el abogado. Utilizar la terminología correcta y un lenguaje apropiado, que le da al hombre la dignidad y al mismo tiempo el respeto a las diferencias, es el primer paso a una verdadera información ética y consciente.