Un descubrimiento lo cambió todo
Inicialmente fue destinado a Ecuador, pero pronto descubrió que los indígenas de la región oriental del país, los Achuar, carecían de atención espiritual. Motivado por este descubrimiento, decidió unirse a la Inspectoría Salesiana del Perú, marcando así el inicio de una nueva etapa.
Ordenado sacerdote en 1959, durante su primera misa, el Padre Bolla le pidió al Señor tres deseos: que le permitiera aprender la difícil lengua de los Shuar, ser instrumento de su obra y llegar a los lugares más remotos. Cumplió con estas peticiones con determinación y fe.
Los viajes hacia Kuyuntsa, un punto crucial en su misión, eran travesías largas y agotadoras. Actualmente, llegar a Kuyuntsa desde Lima implica tres días de viaje: un vuelo a Tarapoto, seguido de un viaje en carro hasta San Lorenzo, donde existe una comunidad salesiana, y finalmente once horas en una pequeña embarcación hasta el lugar donde resonó la labor del Siervo de Dios, Luis Bolla.
Su vida perdura todavía en la memoria de aquellos a quienes dedicó su vida: los indígenas de la selva amazónica, quienes encontraron en él un mensajero de fe y sobre todo de amor concreto y de perdón. Luis Bolla no solo cambió la vida espiritual sino la misma vida de los Achuar.
Una entrega que perdura
Hace pocas semanas, tras horas de travesía por aire, tierra y río, también el Padre Juan Pablo Alcas, el Inspector del Perú, con un pequeño equipo, alcanzó su destino: Kuyuntsa. Para muchos lectores, este nombre podría no significar mucho, pero para quienes conocen la historia de Luis Bolla, es el lugar donde pasó incontables horas viviendo y escribiendo sobre sus hazañas misioneras.
Este viaje llevó a los salesianos a través de los impresionantes paisajes que ofrece la Amazonía, con amaneceres gloriosos, aguas cristalinas y escenarios de ensueño. Después de aproximadamente once horas, llegaron casi sin previo aviso al pueblo de Kuyuntsa. La llegada temprana sorprendió a todos, y pronto resonó la voz de bienvenida: “¡Ha llegado el Padre Juan Pablo!”, gritaban los niños que jugaban cerca de las escaleras y se bañaban en el río.
“Las autoridades y todo el pueblo nos recibieron con calidez. Las demostraciones de cariño fueron evidentes: pinturas en el rostro y el ritual de beber masato (bebida fermentada de la selva amazónica) Bebida elaborada con arroz, piña o maíz, ligeramente fermentados, y agua, clavos de olor, canela y azúcar.). Durante tres intensos días, exploramos la belleza del pueblo Achuar. Nos sorprendió gratamente encontrar niños y niñas jugando despreocupadamente, lejos de cualquier estereotipo de guerreros pintados y rostros adustos” cuentan desde la oficina de Comunicación Social de Perú.
Recordando las palabras del Padre Bolla y su llegada a las primeras comunidades Achuar en 1961, con travesías que entonces tomaban hasta quince días, contrasta la experiencia de llegar en apenas en tres días. Este breve lapso refleja el impacto duradero de la vida de un hombre cuya misión ha cambiado la historia. La pregunta resonante es clara: ¿Estamos dispuestos a ser parte de ese cambio?
Desde Kuyuntsa, el trabajo del Siervo de Dios Luis Bolla se manifiesta no solo en la memoria, sino en la transformación tangible de vidas y comunidades.
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