Desde muy joven, trabajadora y atenta a las necesidades del prójimo, acompañada por la guía espiritual del Padre Domenico Pestarino, se dedicó a los enfermos durante la epidemia de tifus que asoló Mornés en 1860 y, más tarde, a la educación de las niñas de su pueblo, abriendo un taller de costura, un oratorio festivo y, después, un hogar para niños sin familia. En una misteriosa visión, vio un gran edificio con muchas niñas corriendo por el patio y oyó una voz que le decía: "A ti te las confío".
Hacia sus niñas manifestó inmediatamente una ternura maternal. Y la conciencia de ser "madre" se fue haciendo cada vez más nítida con el tiempo, hasta hacerse claramente visible en las Cartas a sus hermanas de las Hijas de María Auxiliadora una vez fundado el Instituto: en ellas Madre Mazzarello se presenta como "la que tanto os ama en el Señor" (L. 66,6) y está "dispuesta a todo por vuestro bien" (L. 52,5), como una madre que "cuida" (L 10,2; 12,3).
En ella podemos reconocer también los rasgos de una mujer que, como María, expresa su identidad femenina en la solicitud activa hacia sus hermanas y los jóvenes; es también una mujer concreta, de escucha profunda y atenta, que acoge los gritos de los que sufren y para ello se compromete a proveer.
También formaba parte de su manera de ser madre su preocupación por la armonía y la paz en la comunidad, como una madre que cuida de que no haya desavenencias entre sus hijos. "Con un poco de humildad todo se puede arreglar. Dadme pronto este consuelo, mis queridas hijas, amaos unas a otras con verdadera caridad, amad a vuestra Madre, consideradla como si fuera Nuestra Señora y tratadla con todo respeto (L 49, 2)".
Santa María Dominica Mazzarello transmitió a sus hijas y a quienes comparten con ellas la misión educativa una herencia preciosa, impregnada de valores evangélicos: la búsqueda de Dios conocida en la familia y forjada a través de una catequesis iluminada, el amor ardiente a Jesús en la Eucaristía y la confianza filial en María Auxiliadora, la responsabilidad en el trabajo, la apertura, la humildad y la alegría, la sobriedad de vida y el don total de sí en la búsqueda del verdadero bien de las niñas, especialmente de las más pobres y necesitadas, tanto en casa como en los diversos países de misión.
Fuentes: CGFMA.net, Boletín Salesiano de Brasil