Por: P. Steve Ryan, SDB
El juego, como muchos saben, se basa en la ubicación y utiliza la llamada "realidad aumentada": a través de la cámara del teléfono inteligente se proyecta la imagen de un Pokemon, una criatura virtual en el juego. El objetivo es capturara el mayor número de estas criaturas y combatir con los Pokemon de otras personas. El campo de juego tiene su propia posición y su entorno. La combinación de los "virtual" y de lo "real" es lo que parece atraer a la gente.
¿Qué podría salir mal, cruzando la ciudad, pegados en el teléfono, en busca de criaturas ficticias? Bueno, además de las muchas historias de personas que informaron de los tobillos torcidos, espinillas magulladas y otras lesiones debido a que estaban más preocupados por encontrar los Pokémon sin ver hacia dónde se dirigían; podríamos añadir las interminables horas de tiempo que podrían ser utilizados para ayudar otros o para aprender cosas nuevas (sabiduría, conocimiento, habilidades) se desperdician en un juego. El tiempo y el esfuerzo que una persona podría haber empleado en la búsqueda de lo que ayuda a conseguir una vida plena se dedican a una distracción.
El Pokemon-manía, sin duda, demuestra que la gente, especialmente los jóvenes, están buscando algo (¡no sólo Pokemon!). ¡Ellos quieren una aventura! Ellos quieren una búsqueda. Ellos quieren una causa. Es una lástima que la santidad no sea tan atractivo para ellos. Dios es nuestro destino final, y la santidad es "el juego real de la vida." Los cristianos tenemos que encontrar una manera de hacer que la búsqueda de la santidad sea tan atractiva como para obsesionar a las personas.
En Illinois, se reunieron una gran multitud a la una de la madrugada para buscar frenéticamente a un monstruo llamado "Snorlax". En el Central Park de Nueva York, sin embargo, se observaron cientos de jugadores persiguiendo a las calles, con sus teléfonos inteligentes en la mano, otro raro Pokemon. Esto hizo atascos de tráfico, con personas que incluso han dejado el coche en el camino para seguir a las masas con sus teléfonos. Todo para ubicar y capturar a un monstruo virtual.
El hecho de que un juego haya ganado tanta atención en todo el mundo es prueba de que somos “buscadores”. Estamos hechos para buscar algo. Tenemos un deseo innato de "probar" algo, y ese algo, de hecho, es Dios. Es preocupante, sin embargo, la búsqueda del Omnipotente pueda ser desviado fácilmente por la búsqueda del placer, el poder, el dinero y el tiempo, por la última moda, o por las criaturas virtuales.
Pokemon Go es otro sustituto "cool" de nuestra búsqueda innata del Señor. Somos tan tontos que caemos fácilmente en las distracciones que nos anestesian y nos impiden ponernos en paz con Dios y caminar en el camino exigente y sacrificado de la santidad. Los cazadores de Pokemon están en la carrera por las calles. ¿Algunos se podrían imaginar cientos de personas desenfrenadas por las calles, sin previo aviso, para mostrar su solidaridad con los pobres y marginados? ¿O quizá protestar contra los miles de cristianos en el Medio Oriente y África que son asesinados por su fe? ¿O manifestarse por los no nacidos inocentes y sacrificados en el vientre materno?
La sociedad se deja conducir por una suerte de cyber–tribalismo en el que un teléfono móvil o un juego son el una multitud. Los jugadores son todos extremadamente disponibles para actuar como individuos obsesionados. Personalmente no jugará al Pokemon. No, gracias, en cuanto se refiere a mi persona, yo quiero ir con Jesucristo y seguirle radicalmente. Es una obsesión que se prolonga desde hace unos 2.000 años, y que no morirá.
